martes, 3 de abril de 2007

Ponencia de Alejandro Zúñiga (Exponente del 1º coloquio de estudiantes)

¿Crítica de la Ideología, hoy?

Por Alejandro Zúñiga Oneto

Por estos días, hemos oído hablar de la “muerte” o el “fin” de cuanta cosa se haya acuñado en la modernidad: el fin de la historia, el fin del sujeto, de la misma modernidad. Pero, por sobre todo, se ha hablado del fin de las ideologías y con ello, implícitamente, del fin de la crítica que persiguió como un fantasma a aquéllas.

Sí, es cierto. Reconocemos que la crítica de la ideología ha sido una de las que más ha suscitado, y hasta el cansancio, la escritura filosófica, política y sociológica de la modernidad. Pero este aparente agotamiento del tema no significa que deba ser abandonado de plano, sin más. Consideramos, por el contrario, que -en tanto ejercicio constitutivo del orden social moderno- resulta sumamente pertinente la pregunta respecto de si tiene algún sentido en la actualidad. Y si la respuesta llegase a ser afirmativa, responder a la otra que surge inmediatamente en la vorágine interminable de la reflexión. En este caso: ¿cuál es ese sentido?

Para comenzar, responderemos brevemente a las preguntas planteadas: primero, sí tiene un sentido la pregunta por la actualidad de la crítica de la ideología; segundo, el sentido debe argumentarse siempre y cuando se haga la salvedad de que el objeto de la crítica, esto es, la ideología, necesita ser revisado desde sus cimientos, en el entendido de que se nos hace imperioso encontrar nuevos términos para referirnos tanto a la dominación –no sólo del hombre por el hombre, sino de éste hacia la naturaleza- que aún impera en el capitalismo mundial integrado[1].

Pero ¿Qué es la crítica de la ideología? Para responder a esta pregunta, es preciso remitirnos a la Ilustración.

Si entendemos a la Ilustración en el sentido clásico del término que le dio Kant, como emancipación del hombre de su merecida tutela[2], provocada por la falta de decisión de los hombres a servirse de su propia razón, lograremos adentrarnos en los primeros esbozos de lo que posteriormente se conocería como crítica de la ideología, siendo precisamente la metáfora con la cual se gesta el movimiento ilustrado la que nos da la pista inicial respecto a su formación: la luz. “Iluminar” era el objetivo de la ilustración, poner la luz de la razón allí donde lo oscuro (llámese superstición, error, ignorancia) impedía ver la realidad de las cosas.

Si bien la intención prístina de la ilustración era la concreción de un diálogo pacífico y libre entre los hombres, guiado por la razón, éste demostró ser imposible de alcanzarse, debido a estar la “oscuridad” fuertemente arraigada en los sujetos y perpetuada gracias a los intereses de quienes les convenía que la realidad social continuara en dicho estado. Así puede entenderse el nacimiento de la crítica ideológica como “la continuación polémica con otros medios del diálogo fracasado.”[3]

Los pensadores del siglo XVIII comenzaron a estudiar la condición humana gracias a la aplicación del método científico al análisis del hombre, de su naturaleza y de la sociedad. Fue así como se consideró a la “razón científica” como la medida de conocimiento de la realidad, y el “progreso” del hombre como el telos de ese conocimiento. De tal modo, opinaban que el hombre es esencialmente racional y su racionalidad puede llevarlo a la libertad.[4] Hay que comprender, no obstante, que la razón “No es el cofre de la mente en el que se halla atesorada la verdad, como una moneda; es más bien la fuerza intelectual original que guía el descubrimiento y la determinación de la verdad (...) Todo el siglo XVIII entiende la razón en este sentido”.[5]

Estos postulados fueron los que les sirvieron para sostener su crítica a las instituciones existentes, en tanto irracionales: éstas no se adecuaban a la naturaleza humana, impidiéndole a los hombres desarrollar sus potencialidades inherentes, por lo cual debían ser reemplazadas. “Por ello, estos pensadores hicieron una guerra constante a lo irracional, y la crítica se convirtió en su arma más importante.” (Zeitlin, Pág. 13)

Así fue como podemos establecer los inicios de la crítica de la ideología.

Pues bien, a nuestro parecer Marx se yergue como el máximo exponente de las posturas ilustradas, sintetizando lo mejor de ellas: la tendencia revolucionario-crítica y la tendencia científica. Pero a la vez superándolas, con toda la potencialidad de la dialéctica materialista, en tanto fundador de una radicalidad que lograba ver a la propia sociedad como productora de su miseria –analizando los mecanismos a través de los cuales esto acontecía- y a la lucha política como el factor imprescindible para su transformación.

Pero, ¿qué era la crítica de la ideología para Marx? Comencemos por aclarar su concepto de ideología. Para Marx la ideología es una forma de ver, concebir y representar el mundo y, específicamente, la realidad social, de manera distorsionada. En otras palabras, constituye una falsa conciencia que no les permite a los sujetos tener una percepción “real” de las cosas. De tal modo, la ideología es una especie de construcción artificiosa que encubre las relaciones sociales que están asentadas en la estructura de la producción material, las oculta, y, por consiguiente, produce un falseamiento del mundo. Por tanto, en Marx la metáfora de la ideología como "velo" que se echa sobre la realidad expresa lo esencial del potencial explicativo del concepto.

La pregunta que surge inmediatamente es: ¿cuál es el motivo de esa distorsión? La respuesta es clara: la legitimación de los beneficios de la clase dominante que, en el caso concreto que él aborda, es la clase dueña del capital. ¡Eureka! He aquí que queda explicitada la formulación de la ideología como “falsa conciencia”, en tanto que oculta la dominación de clase subyacente en la sociedad. Cuestión que queda graficada en la clásica metáfora plasmada en la Ideología Alemana, a saber: La conciencia no puede ser nunca otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real. Y si en toda ideología los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en la cámara oscura, este fenómeno responde a su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina responde a su proceso de vida directamente físico.[6] De tal modo adquiere sentido el papel de una crítica de la ideología: desenmascarar las intenciones, desocultar lo oculto, poner en entredicho lo falseado por la dominación de clase.

Es así como, siguiendo a Habermas, “…la crítica de las ideologías de Marx (…) ofrece una doble haz: por un lado, presta a las ideologías de la clase dominante el engañoso aspecto de teorías convincentes; por otro, ofrece un punto de apoyo para una crítica de tipo inmanente de esos productos que elevan a interés general lo que en realidad sólo sirve a la parte dominante de la sociedad.[7]

A nuestro parecer, la crítica de la ideología de Marx, en estos términos, ya no puede seguir operando en la actualidad, debido básicamente a dos razones, a saber:

1. Ya no existe la intención por parte de los ideólogos de la sociedad capitalista de convencer a nadie: el capitalismo ha devenido cínico, haciendo alarde de su condición de “inevitable realismo”, el cual se da como un a priori que ni siquiera necesita ser justificado, pues con su poder tautológico las teorías sólo se ocupan de alimentar una situación que se sostiene por el poder de loe hechos y, como tan, ya no necesita ser presentada bajo artilugios ilusorios.

2. Ya no existe la intención por parte de los ideólogos de la sociedad capitalista de hacer pasar los intereses particulares tras la careta de los intereses generales: el capitalismo ha devenido: el capitalismo ha devenido transparente, mostrando a vista y paciencia de todos sus estructuras, sus modo de operar y sus implicaciones destructivas y desiguales.

¿Por qué continuar con Marx, entonces? Pues, porque, según él, una critica de la ideología es fundamental para la transformación del orden social. ¿Pero si la ideología ha cambiado de sentido, cómo es posible seguir tratando de ejercer su crítica? A través de una radical reconsideración, la cual a puede ser iniciada a través de dos autores decisivos en la historia de la crítica de la ideología: Antonio Gramsci y Louis Althusser.

Cabe destacar que, pese a que ambos autores caen dentro de la categoría marxista, ellos poseen una interpretación diferente acerca del fenómeno ideológico derivado del tratamiento dado por Marx, y que puede ser resumido a través de concepto de Weltanschauung, según el cual la ideología ya no puede concebirse como una distorsión de la realidad material y concreta: es una o “visión de mundo” de la cual participan todos los sujetos, aunque de forma variada y, por tanto, posee un carácter constitutivo respecto de la realidad social.

Así, nos encontramos con un Gramsci que advierte de un error histórico en la concepción del término “ideología”, tras lo cual sostiene que ésta constituye una “concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las manifestaciones de vida, individuales y colectivas”[8] o con un Althusser, quien, polémicamente, comienza su análisis de la ideología diciendo que “La ideología alemana nos ofrece una teoría explícita de la ideología, pero... no es marxista.”, tras lo cual sostiene que “El hombre es por naturaleza un animal ideológico” [9].

Por tanto, de ambos autores podemos tomar el hecho de que la crítica de la ideología no vendría a consistir en una especie de ataque a la ideología per se, sino en un ataque hacia aquellas ideologías conservadoras que se oponen a la transformación del orden social instaurado por el capitalismo.

Una vez aclarados los conceptos principales de ideología y crítica de la ideología, cabe entonces desarrollar el argumento por el sentido de la crítica de la ideología en la actualidad. Para esto, consideramos apropiado formular tres postulados básicos, a saber:

1. La existencia humana es una totalidad material.

2. La existencia humana es una totalidad hermenéutica.

3. La existencia humada es una totalidad ideológica.

Si estos postulados se refieren al concepto de “totalidad” es porque, al igual que Hugo Zemelman, concebimos a “la totalidad como exigencia epistemológica del razonamiento analítico”[10]. No obstante, es preciso reconocer, dentro de esta exigencia, que la realidad social ha devenido compleja, heterogénea e interconectada. En una palabra: múltiple. Tal como lo sostienen Deleuze y Guattari al hablar del rizoma.[11]

Ahora bien, la pregunta es ¿cómo compatibilizar los conceptos de “totalidad” y “multiplicidad”? A nuestro parecer, esta tensión puede ser superada a través del reconocimiento de ambos conceptos en tanto constitutivos de la existencia, forjada en la modernidad en referencia al poder. Y es que la modernidad es constante tensión, en la cual se ponen en juego líneas de poder de un grosor considerable junto con otro tipo de líneas que poseen una finura tal que están constantemente amenazadas con romperse o disolverse en el entronque principal.[12]

El poder. Claramente el tema central al hablar de crítica de la ideología. ¿Qué se critica sino el poder del capital de infiltrarse en las vidas y de dominarlas? Pero ¿qué es el poder? Según Foucault “…el poder no es una institución, y no es una estructura, no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada.”[13] De tal modo, concebido como una red en la cual se desatan relaciones de fuerza, el poder guía la materialidad, la hermenéutica y la ideología de los sujetos en la modernidad.[14]

A nuestro parecer, la totalidad debe ser concebida como el “fundamento epistemológico”, la multiplicidad debe ser concebida como “la condición sine qua non”, y el poder debe ser concebido como la “contextualidad” en la cual se desata la existencia humana que siempre está referida a otros.

Luego de esta aclaración, es imprescindible señalar que estos postulados, tomados en su conjunto, implican una revisión radical de la concepción de Marx acerca de la crítica de la ideología. Puesto que, si bien, la primera consideración –sobre la materialidad- no cae en tensión con sus planteamientos básicos acerca de la historia, en relación a la segunda –sobre la hermenéutica- puede haber una resistencia, tomando como referencia su famosa sentencia en la cual opone interpretación y transformación de la realidad[15]; y, más aún, respecto de la tercera –sobre la ideología-, manifiestamente hay un desacuerdo, ya que, como lo vimos, según la concepción de Marx la ideología, ésta es una especie de construcción artificiosa que encubre las relaciones sociales que están asentadas en la estructura de la producción material, las oculta, y, por consiguiente, produce un falseamiento del mundo.

Pero todas estas divagaciones de nada servirían si no respondiéramos de una vez y por todas a la pregunta inicial: ¿cuál es el sentido de la crítica de la ideología, si creemos que aún es actual? La respuesta es esta: el sentido es la resistencia y la confrontación reconsideradas. ¿Qué quiere decir esto? ¿Adaptarse con ropajes desgastados de revolución? No. Quiere decir dar paso a la diversidad de lo discursivo y a la potencialidad de lo práctico, pero desligándonos de las visiones unilaterales. La Verdad (así con mayúscula) no existe. Ha quedado más que claro que la historia no posee leyes generales que pudieran determinar su curso. Todo lo contrario. Existen fragmentaciones. No obstante, y recalcamos, esto no implica un relativismo sin más, sino más bien un asumir que en la fase actual de la modernidad –cuyo eje articulador es el capitalismo- coexisten diferentes líneas materiales, interpretativas e ideológicas. Y si una predomina sobre otra es debido al poder que posee en comparación a las otras. En otras palabras, se resuelve la supremacía en términos de correlaciones de fuerza.

De modo tal que se debe reconocer lo relativo y parcial de las líneas de existencia que configuran a quien desea realizar una crítica de la ideología en la actualidad, pero a su vez asumir el imperativo de aunar fuerzas y realizar nuevas construcciones sociales con el fin de resistir y confrontar aquellas líneas de existencia que dominan a todas las demás en el capitalismo mundialmente integrado, sin perder como horizonte último el de la emancipación.

En conclusión, podemos decir que la crítica de la ideología de Marx se orientaba a confrontar concepciones “veladas” de la realidad social, que les daba el apelativo de “falsa conciencia”, atribuyéndose implícitamente una especie de conciencia no velada o “verdadera” de la realidad social. Hoy en día, en cambio, el capitalismo se ha vuelto cínico y transparente, se hace imperativo reformular desde sus raíces la critica de la ideología marxista, teniendo siempre como horizonte la autenticidad que, a nuestro parecer, se orienta mediante la reflexividad y la praxis. En otras palabras, consideramos que toda crítica de la ideología que se jacte de ser auténtica debe, por una parte, comenzar por volcar la mirada a sí misma, reconociendo que la propia crítica es ideología y, por otra, debe contener el germen de su propia disolución, en base a una praxis revolucionaria. Es precisamente esto lo que nos ha heredado con mayor potencial Marx y que sigue alimentando como una llama la confrontación al capital.



[1] Guattari, F.: Cartografías del deseo. Edit. Lord Cochrane, Santiago, 1989.

[2] Kant, I.: ¿Qué es la ilustración?, en Filosofía de la historia, Ed. FCE, México, 1994

[3] Sloterdijk, P.: Crítica de la razón Cínica. Vol. I, Madrid: Editorial Taurus, año 1989

[4] Es en los manifiestos antidogmáticos del inglés Francis Bacon donde encontramos el antecedente más relevante de la ilustración en tanto realizadora de una crítica ideológica.. En este caso, la crítica proclamaba la lucha contra los “idola”, es decir, los prejuicios colectivos heredados por la tradición, a los cuales oponía la racionalidad de la ciencia.

[5] Cassirer, E.: Filosofía del Iluminismo. Citado en Zeitlin, I.: Ideología y teoría sociológica.

[6] Marx, K. y Engels, F.: La ideología alemana: Crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner, y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas; Barcelona: Ediciones Grijalbo, S.A., año 1970.

[7] Habermas, J.: El discurso filosófico de la modernidad, Editorial Taurus, Buenos Aires, 1989.

[8] Gramsci, A.: Antología. México: Siglo XXI editores, año 1970. Selección, traducción y notas de Manuel Sacristán.

[9] Althusser, L.: Ideología y Aparatos ideológicos de Estado. En Zizek. S.: Ideología: un mapa de la cuestión. México: Fondo de Cultura Económica, año 2003. (Extractado de Althusser, L.: Ideología y Aparatos ideológicos de Estado. Freud y Lacan, Buenos Aires, Editorial Nueva Visión, año 1988)

[10] Zemelman, H.: Los horizontes de la razón: I. Dialéctica y apropiación del presente, Ed. Anthropos, Barcelona, 1992, pág. 50.

[11] Deleuze, G. y Guattari, F.: Mil mesetas: Capitalismo y esquizofrenia, Ed. Pre-Textos, Valencia, 1997.

[12] “La vorágine de la vida moderna ha sido alimentada por muchas fuentes […] En el siglo XX, los procesos sociales que dan origen a esta vorágine, manteniéndola en un estado de perpetuo devenir, han recibido el nombre de «modernización». Estos procesos de la historia mundial han nutrido una asombrosa variedad de ideas y visiones que pretenden hacer de los hombres y mujeres los sujetos tanto como los objetos de la modernización, darles el poder de cambiar el mundo que está cambiándoles, abrirse paso a través de la vorágine y hacerla suya. A lo largo del siglo pasado, estos valores y visiones llegaron a ser agrupados bajo en nombre de «modernismo»”. En Berman, M.: Todo lo sólido se desvanece en el aire: La experiencia de la modernidad, Editorial Siglo XXI, México, 1998, pág. 2.

[13] Foucault, M.: Historia de la sexualidad, vol. I: La voluntad del saber, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2003, pág. 113.

[14] No es, en este sentido, que antes no haya existido el poder como aquí se describe ni que no pueda referirse con este concepto al análisis de épocas anteriores. Pero su descubrimiento o, más bien, su construcción teórica es específicamente moderna y dirigida a las problemáticas acaecidas en la modernidad.

[15] “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos de diversas modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.” En Marx, K.: XI Tesis sobre Feuerbach.

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