miércoles, 8 de agosto de 2007

Segundo Coloquio de Estudiantes de Pregrado.

El coloquio se llevó a cabo en la Sala América de la Biblioteca Nacional el día martes 7 de agosto y fue inaugurado por el Decano de nuestra Facultad, profesor Jorge Hidalgo Lehuede, y por el académico Enrique Sáez Ramdorh, profesor titular de la cátedra marx.

El profesor Enrique Sáez Ramdohr destacó las múltiples significaciones y resignificaciones de la obra de Marx a lo largo del siglo XX, como filósofo, sociólogo, economista e historiador, particularmente en el actual contexto social y económico del país y Latinoamérica. El Profesor Enrique Sáez Ramdohr señaló, además, alguna de las aportaciones de Marx a la filosofía, puntualmente, y a la proyección de éstas en relación a las actuales orientaciones de las disciplinas sociales.

A continuación, el Decano de nuestra Facultad, profesor Jorge Hidalgo Lehuede, subrayó el carácter interdisciplinario del encuentro y del pensamiento de Marx propiamente tal, carácter en virtud del cual el pensamiento de Marx se presenta como objeto de las disciplinas que constituyen el quehacer de nuestra facultad. El Decano agregó que no consistía en una casualidad el hecho que sea la Universidad de Chile la institución donde se desarrollen los estudios en torno a las ideas de Marx ya que se trata de un pensador impostergable en la tarea de explicar la realidad contemporánea. Por otra parte, representó a los asistentes, y en particular a los ponencistas, el pluralismo y el rigor intelectual en la perspectiva de cumplir con la misión nacional y pública de nuestra casa de estudios. Por último, expresó su reconocimiento a los estudiantes y ayudantes del Seminario Permanente Hegel-Marx así como al Profesor Enrique Sáez Ramdorh y la Profesora Kemy Oyarzún Vaccaro.

La presentación de los trabajos y el desarrollo del debate estuvo moderado por el ayudante del Seminario Permanente Hegel-Marx, Stefan Vrsalovic. Las Ponencias fueron leídas, por sus autores, en el siguiente orden:

1. Cristóbal Vallejos, licenciado en artes, con mención en teoría e historia del arte. Facultad de Artes, Universidad de Chile. Ponencia titulada "El recurso a Marx (recordando a Marx en sus olvidos)".

2. Juan Pablo Oyarzún, estudiante de Filosofía, en colaboración con Pedro Quiroga, estudiante de Literatura, ambos de la Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad de Chile. Juan Pablo Oyarzún expuso "Conocimiento y revolución".

3. Alejandro Montecinos, estudiante de historia y ciencias sociales, Usach, en colaboración de Miguel Fuentes, licenciado en Historia y estudiante de arqueología, Universidad de Chile. Alejandro Montecinos expuso "Karl Marx, ante la comuna de parís" 1871".

4. Diana González, estudiante de filosofía, Universidad de Chile. Ponencia titulada "Aproximaciones al noción de ciencia en Marx.

Invitamos a quienes no hayan tenido oportunidad de plantear sus preguntas a los ponencistas en el marco del tiempo del coloquio y a quienes quisiesen desarrollar sus reflexiones o comentarios, escribir en las ponencias correspondientes, de modo de propiciar un debate de mayor problematización y alcance.

Ponencia de Juan Pablo Oyarzún (Ponencista 2º Coloquio de Estudiantes)

Conocimiento y revolución en Marx

Por Juan Pablo Oyarzún, Estudiante de Filosofía.
Colaboración Pedro Quiroga, Estudiante de Literatura.
Universidad de Chile.


La filosofía de Marx puede ser enfatizada desde muy diversos aspectos para muchas y distintas intenciones: como base para algún estudio sociológico, antropológico, económico, etc. Sin que cada uno de estos estudios pueda ser llamado marxista. Cada una de estas ramas puede tomar algún aspecto de la filosofía de Marx y hacer uso de ella. Pero aun pudiendo ser llamado un estudio así marxista habría que ver cuál es su concepción o su idea con respecto a la filosofía de la praxis; no por mera consideración a propósito de pretender ser la voz de un filósofo tan importante como Marx, sino de la tergiversación que éste puede tener en su consideración. Son varias las intenciones de ver en el autor de “El capital” el descubridor de un nuevo método que permite comprender, con una cierta gama de conceptos abstractos, el desarrollo y el sustento de cualquier sociedad, sea actual como pasada; y de entregar, a su vez que se estudia, la cura o el remedio a su enfermedad. Así, por ejemplo, autores que podríamos llamar contemporáneos, como Althusser no dudan en decir que Marx ha descubierto “un nuevo continente al conocimiento científico”, situándolo, no de lados de filósofos sino de científicos como Tales, Newton o Galileo. Con lo que el crítico-emancipador se convierte en un científico dispuesto a aplicar su método donde vea el problema que, según Harnecker, se traduce en “determinar los medios para suprimir los sufrimientos humanos producidos por este modo de producción”[1] capitalista. Esta idea de Marx como método llega a su cúspide en el problema del joven Marx que Althusser trata de resolver: de si es o no marxista. La solución estará dada por la aplicación “crítica” de Marx sobre Marx, es decir, como una “crítica de de la razón-metódica marxista” que se vuelve sobre su propio autor. No es el marxismo como tal un problema (cuestión evidente por ser el método el que da solución al problema). El problema es una mera confusión: determinar el marxismo en los manuscritos del 44. La idea del sujeto que aplica el método sobre el objeto contrapuesto es evidente. El materialismo histórico al ser reducido a un método estricto y riguroso, estable, pierde la relación dialéctica del sujeto con el objeto, con lo que se transforma en un mero acto contemplativo. Críticas como las de Feyerabend, que si bien se refieren a otros asuntos, pueden ser bastantes plausibles con respecto a estas consideraciones, y decir que “una racionalidad –si quiere ser- completa sólo puede obtenerse mediante una extensión de la crítica también a las partes” es decir, al sujeto y al objeto (o la realidad)[2]. Una transformación de la realidad supone la transformación de la totalidad como relación dialéctica también con la conciencia.

Si tomamos al marxismo como método, cualquier problema social, se reduce a mover ciertas piezas, como un tablero de ajedrez, para llegar a un resultado esperado: el fin de la sociedad de clases. Empero, lo que esta consideración no ve, es que el método, tal cual una herramienta, no determina el fin, y puede, por tanto, ser utilizado para cualquier cosa. Se pierde el carácter dialéctico-materialista y se encuentra, en cambio, un Marx más cercano a Kant, en el sentido de un Marx kantiano ligado a la filosofía y a las consideraciones del entendimiento estático y segmentador, que a la filosofía dialéctica de un Hegel. Piénsese simplemente en las críticas al conocimiento como método que Hegel dedica a Kant en la introducción a la fenomenología, y bastará con ello para destruir también eso que esos pensadores llaman “el método (científico) marxista”. Y es que además, estas consideraciones no ven el carácter revolucionario-total de la filosofía de Marx, su crítica clasista, el carácter dialéctico de la objetividad y de las relaciones sociales en su totalidad histórica. La revolución, en cambio, se les presenta como un cambio externo de las condiciones productivas, que produce ciertos cambios en las conciencias (de un modo bastante mecanicista), pero de tal modo que los mismos revolucionarios están exentos al cambio, pues ello sólo afecta a la clase burguesa. El método es abstracto, y en su idea deja de ser inmanente a la sociedad en que surge: se presenta luego como a-temporal, y entre esto y la “Crítica de la Razón pura” no hay, como se ve, distancia alguna.

Es importante enfatizar, a mi parecer, el carácter revolucionario de la filosofía de Marx, y no, como he mostrado, como un mero estudio con cierta base metódica que presupone siempre un sujeto (por un lado) un objeto (por el otro) y entrambos el método, que media sin influir en el sujeto conocedor. Marx ya había criticado esta postura pasiva del sujeto en Feurbach. El materialismo feuerbachiano es pasivo en cuanto concibe las cosas como simplemente dadas “como objeto o como contemplación”, y no ve en ellas un producto histórico humano, “el producto de la industria y el estado social… el resultado de la actividad de toda una generación”[3]; además que la misma “contemplación sensorial” es, como dice Marx, una actividad sensorial humana práctica, es decir, histórica, como un educado por la historia, y que precisamente puede y “necesita ser educado”, en tanto los hombres son los que hacen esa misma historia. Por ello la práctica revolucionaria puede cambiar tanto las cosas simplemente dadas como la actividad sensorial misma, tanto el sujeto que intuye como lo intuido. “De aquí que el lado activo –escribe Marx- fuese desarrollado por el idealismo, por oposición al materialismo, pero sólo de un modo abstracto, ya que el materialismo, naturalmente, no conoce la actividad real”[4]. El lado activo, en esta cita de Marx, si bien puede señalarse el idealismo de Kant a Schelling, se refiere más específicamente al lado dialéctico del objeto: la relación dialéctica sujeto-objeto que se desarrolló especialmente en Hegel. En él el conocimiento deja de ser teoría del conocimiento para ser conocimiento real, absoluto. Y para ello no hará uso de intuiciones (como en el caso de Schelling) ni de críticas (como en Kant y Fichte), sino del proceso real de la conciencia y su objeto, relación conflictiva y cargada de negatividad, en lo que se refiere a la “fenomenología del Espíritu”.

Cuestión meritoria, reconocida por Marx en sus manuscritos, es el hecho que Feurbach baja del idealismo absoluto hegeliano a lo terrenal, a lo carnal, pero se queda en la mera sensibilidad; en la simple aprehensión del objeto por la intuición. Además se queda, tal como la mayoría de los hegelianos de izquierda, en la crítica de las ideas religiosas, pensando que de esta manera, esto es, haciendo críticas, era posible otra humanidad. Marx nos dice “este postulado de cambiar de conciencia –de conciencia teológica a la conciencia crítica- viene a ser los mismo que interpretar de otro modo lo existente, es decir, de reconocerlo por medio de otra interpretación”[5]. De modo que todo se vuelve una lucha entre frases y “no combaten, en modo alguno, el mundo real existente”.

Lo que esta ponencia pretende mostrar, es el enlace directo que existe entre conocimiento, praxis y revolución. Si logramos comprender el enlace de estos tres conceptos se podrá ver con mayor claridad que el carácter revolucionario de la filosofía de Marx no se refiere a una mera ocurrencia, como puede ser un acto de amor propio o un simple acto moral, en otras palabras, un acto volitivo social que sea sostenido por una idea de bien tan susceptible como cualquier otra. Si aceptamos esto, el carácter revolucionario se presta para cualquier cosa. Adorno lo ha mostrado muy bien al decir que la undécima tesis sobre Feurbach (dejar de interpretar el mundo para transformarlo) pierde todo su sentido al ver que partidos de ultra derecha como el fascismo y el nacional socialismo, que tenían en sus filas millares de obreros, también pretendían cambiar el mundo[6]. Como se ve, la relación entre conocimiento, praxis y revolución se hace necesaria, o más bien, el carácter revolucionario surge del conocimiento de la totalidad, en cuanto totalidad enajenada. Pero sería pretencioso decir que la relación es obvia, más aun si tenemos en cuanta toda la tradición filosófica que va desde Hegel hacia atrás, en donde la figura del conocimiento es todo menos enajenación, lo cual no significas de ninguna manera que sea falsa, pero sí, al menos, es una muestra de su consideración política e ideológica.

A la filosofía en general no se le puede atribuir una única problemática, como si todos los pensadores de todas las épocas hubiesen tenido ante sus ojos las mismas cuestiones. El que Tomás busque una fuente filosófica respetable como Aristóteles, no significa que uno y otro autor hallan pensado en lo mismo. Porque tanto Aristóteles como Tomás se avocaron, cada uno, a problemas y soluciones totalmente distintos. Reducir un autor a otro es hacer abstracción de su momento histórico, de su situación histórica concreta. Ambos autores tenían distintos problemas morales, y el Theos aristotélico (que da unidad teórica a la Phycis) no es comparable al Dios cristiano que en todo momento piensa Tomás. La filosofía antigua o el genio helénico, a diferencia de lo que pensaban los clasicistas del siglo XIX, no es un milagro caído del cielo; es fruto de pasado pre-helénico y de todos sus conflictos bélicos que ocuparon su tiempo; tal como se ejemplifica, claramente, en Homero (fuente obligada de todos los filósofos antiguos) por su posición histórica situada entre el ocaso de la época micenea y el comienzo del mundo helénico tal como lo conocemos. Homero representa la mezcla de estos dos mundos, más que una simple genialidad individual deshistorizada[7].

La filosofía antigua, a diferencia de la moderna, no hace del mundo un problema, es más bien el principio del que parte todo pensar y teorizar, es un supuesto. El mundo es Phycis (naturaleza) y también es arjé (principio). La determinación de esencias (el tí o el Quid) al que se avocaron tanto Sócrates como Platón, produjo el gran problema que Aristóteles trató de resolver: el problema de la unidad y la multiplicidad, el problema del uno y del cambio; de lo universal (objeto de la ciencia) y de lo singular sensible (el ti o el esto), lo único real. Todas estas problemáticas tratan de hacer ver el mundo, porque el mundo mismo es comprensible, y este carácter de comprensibilidad es lo que la contemplación teorética debe enunciar y decir como Logos (decir del ser). El Logos muestra el orden (el Kosmos) y la ley (el Nomos) que funda el mundo. En esta visión del mundo antiguo el hombre contempla porque el mundo lo supera. El hombre es puesto en el mundo y es parte del mundo. La Phycis de cada cosa es inseparable a su esencia, de lo cual el hombre no tiene nada más que hacer que contemplar y mostrar como Logos.

En la filosofía medieval el problema ira en relación a Dios y la ontología. Sin duda un mundo completamente distinto. La inserción del cristianismo supone ya una dualidad del mundo. La comprensión de este mundo tomará como principio ahora a Dios, como ente su Sumo o perfectísimo del cual no se puede dudar, sino interpretar de acuerdo a los textos.

Es, en cambio, en la filosofía moderna donde se producirá el giro subjetivista a partir de Descarte, que ya no teorizará sobre el mundo, sino sobre la misma teorización: cómo sabemos que sabemos algo. El mundo se volverá un problema y la certeza buscada tomará como gran ejemplo la ciencia físico-matemática. Sólo se teorizará sobre el mundo en cuanto se tengan las herramientas apropiadas para hacerlo. Sin embargo, la filosofía moderna (de Descarte a Schelling), por más que trate de explicarse el mundo, jamás se plantea el problema de que lo explicado (por más perfectamente explicado que esté) sea un problema. En cambio, es en Hegel, donde por primera vez se produce un quiebre con lo sabido, en tanto éste puede ser signo de enajenación. Lo sabido no es falso, es una verdad necesaria, pero sin embargo es extrañamiento. Por ello la figura del espíritu absoluto como desenajenación, que se ha realizado en la historia, determina, a su vez, la realización plena de la libertad. Razón y libertad no son conceptos aislados, sino que se corresponden para realizarse históricamente. Las palabras de Hegel, de que “el hombre sabe lo que es” y de que “Razón y Libertad no son nada sin este conocimiento” muestran su tentativa filosófica-emancipadora de la humanidad. El espíritu del mundo es un espíritu progresivo, siempre ascendente que, vista en la figura del propio Hegel, es el término como fin histórico y, además, como libertad. Ya no existe una libertad contrapuesta al sujeto, pues el sujeto mismo se ha sustancializado, es decir, el sujeto se ha hecho libre y es capaza de realizar la razón.

En todas estas consideraciones la regla general es que el contenido ontológico no es de ninguna manera un problema. En el caso de Hegel, la solución estará dada por el reconocimiento absoluto del ser con el sujeto, y ello significa también, con la historia como realización del sujeto. Esto lleva a Hegel a ver en toda objetivación signo de enajenación. Y toda objetivación no es más que el no-reconocimiento del sujeto con el objeto, hecho fundamental si se compara con Marx.

El problema que atacará Marx ira por varios rumbos, de los cuales, para los fines de esta ponencia, destaco dos, ambos estrechamente ligados: 1) el carácter limitado del conocimiento por el desconocimiento de las condiciones histórico-sociales, que nos lleva al problema de las relaciones sociales de producción; y 2) la crítica al conocimiento de la totalidad, en cuanto totalidad enajenada: fenómeno que se mostrará más claramente por la fetichización de la mercancía.

En el primer caso, el desconocimiento de las relaciones sociales de producción, relaciones que son detectables históricamente y que se determinan por el modo en cómo esa misma comunidad produce, hace que el carácter objetivo de esas relaciones no sea un problema. Cuando Marx nos dice que “La economía política parte del hecho de la propiedad privada, pero no lo explica”[8] lo que nos quiere decir, es que toma lo que es un producto de las relaciones humanas como un dato, algo meramente dado. La economía política se limita a una contemplación pasiva de objetividades muertas que, sin embargo, no puede comprender. La economía política, nos dice Marx, “no nos proporciona ninguna explicación sobre el fundamento de la división de trabajo y capital, de capital y tierra”[9], y además, agrega, “el intercambio mismo aparece como un hecho ocasional”. Cuando el joven Marx nos dice que para el obrero “el objeto que el trabajo produce, su producto, se enfrenta a él como un ser extraño”[10], no debemos remitirlo sólo al obrero que produce. Este ser extraño que se contrapone afecta a toda la sociedad capitalista. Lukács ha mostrado cómo la realidad, en la filosofía moderna, se traduce en el problema del contenido, de la cosa en sí, y de cómo su irresolubilidad se traduce en la imposibilidad de la comprensión de la totalidad. Obviando la comprensión de lo dado en la realidad, el burgués no sabe que vive en un mundo burgués, y sus leyes burguesas se le presentan como ajenas, se naturalizan, y al naturalizarse pierden su sentido (es decir, su carácter burgués de ser una determinación histórica de una clase histórica), y en tanto que sin sentido, es racional, tal como un número. Objetivamente (en relación a la totalidad social-económica) lo racional en las leyes se presenta como arbitrariamente burgués (como falsa conciencia); y subjetivamente (en relación a la conciencia burguesa) las leyes burguesas se presentan como no-burguesas: forma pura despojada de todo interés.

Lo racional sólo puede ser criticado en su carácter de ser racional, no en su contenido. Allí donde hay crítica del contenido no hay racionalidad. No podemos criticarle a un economista el sacar cálculos matemáticos, sino el pretender que esos cálculos sean el todo de la sociedad.

El carácter burguesmente clasista de las categorías del conocimiento arroja la imposibilidad del conocimiento de la totalidad, y ello, enlazado íntimamente con las condiciones materiales de producción. La diferencia entre el conocimiento de la totalidad en Hegel y en Marx, es que el segundo reconoce que existen condiciones que rebasan el saber. La condicionalidad histórica se presenta como una fuerza externa, en tanto enajenación de la historia de la humanidad. Este reconocimiento de la exterioridad en Marx nos muestra, además, que para él la objetividad es una categoría necesaria en la relación de los hombres frente a la materia. La objetividad no es necesariamente signo de enajenación, como ocurría en Hegel, de ahí que Marx nos diga que “un negro es un negro. Sólo en determinadas condiciones se convierte en esclavo. Una máquina de hilar algodón es una máquina para hilar algodón. Sólo en determinadas condiciones se convierte en capital. Arrancada de estas condiciones, no tiene nada de capital, del mismo modo que el oro no es de por sí dinero, ni el azúcar el precio del azúcar”[11].

De esta manera vemos que la explicación de lo dado, que las categorías burguesas no pueden explicar, lleva a Marx a la comprensión de la totalidad, como totalidad de las relaciones sociales en la producción de la vida material. El sujeto de la época burguesa no puede ver estas relaciones, traduciéndolas a relaciones entre cosas. La cosificación de la conciencia significa la cosificación de las relaciones. La eliminación total de la individualidad humana en simple mercancía. De ahí que, según Engels, “la fuerza de trabajo es, en nuestra actual sociedad capitalista, una mercancía; una mercancía como cualquier otra, y sin embargo muy peculiar. Esta mercancía tiene, en efecto, la especial virtud de ser una fuerza creadora de valor, y, si se la sabe emplear, de mayor valor que el que en sí misma posee”[12]. La fuerza de trabajo, en tanto mercancía, hace de la efectividad productiva lo esencial en el valor total de lo humano, medido en simples horas de trabajo. A su vez, la mercancía-fuerza de trabajo es cambiada por otras mercancías que, dentro de la masa de obreros que vive al límite de la subsistencia, les permite vivir para el trabajo. De este modo, según Marx, el obrero “la actividad vital la vende a otro para asegurarse los medios de vida necesarios, es decir, su actividad vital no es más que un medio para poder existir”[13]. La determinación de la actividad vital mía como absoluto ser-para-otro se realiza plenamente en la clase trabajadora. La mediación de la actividad vital como fuerza de trabajo vendible, es decir, en mercancía, hace que toda una clase no pueda “desprenderse de toda la clase de los compradores” esto es “de la clase de los capitalistas sin renunciar a su existencia”[14].

Esta comprensión de la totalidad es sin duda un conocimiento que saca a la luz las bases materiales y sociales de la actual sociedad. Su aprehensión cognoscitiva no quita ni agrega nada. Un obrero no deja de ser un obrero por el hecho de saberse obrero. Por más autoconciente de su situación actual, el lazo que lo une a determinarse como obrero es su propia existencia. Su subsistencia lo determina libremente a estar obligado a venderse. La traba de la materialidad supera toda autoconciencia del espíritu; y aunque ésta logre su total plenitud no hará más que mostrar la imposibilidad y la enajenación de lo real. “El extrañamiento- nos dice Marx- que constituye el verdadero interés de esta enajenación –es decir, de la filosofía de Hegel- y de la supresión de esta enajenación, es la oposición de en-sí y para-sí, de conciencia y autoconciencia, de objeto y sujeto, es decir, la oposición, dentro del pensamiento mismo, del pensamiento abstracto y la realidad sensible o lo sensible real”[15].

Sin embargo, y ya llegando al final de esta breve ponencia, debemos reconocer que el autosaberse de Marx posee un valor precisamente por el hecho de sacar a luz lo que la filosofía moderna encubre o lo que simplemente no puede superar. No hay libertad como autosaberse del espíritu, aunque sin embargo, sólo es posible como autosaberse en tanto autosaberse como proyecto histórico de clase. Marx nos dice “no se trata de saber lo que tal o cual proletariado, aun el proletariado íntegro, se propone momentáneamente como su fin. Se trata de saber lo que el proletariado es, y lo que debe hacer históricamente de acuerdo a su ser”[16]. Las palabras de Marx son claras, el proletariado es, de acuerdo a su ser, de carácter revolucionario. Es hijo de la propiedad privada, es la esencia de la propiedad privada, y sin embargo, es su antinomia. El proyecto histórico del proletariado es eliminarse a sí mismo, dejar de ser su ser. Entre autosaberse y revolución se produce una suerte de aufhebung marxista. La libertad sólo puede anunciarse como superación de lo actual.

Cerrando con unas palabras de Luckács, a modo de conclusión, podemos decir:

“Sólo si está dada una situación histórica en la cual el correcto conocimiento de la sociedad resulta ser para una clase condición inmediata de su autoafirmación en la lucha; sólo si para esa clase su autoconocimiento es al mismo tiempo un conocimiento recto de la entera sociedad; y sólo si, consiguientemente, esa clase es al mismo tiempo, para ese conocimiento, sujeto y objeto del conocer, y la teoría interviene de este modo inmediato y adecuadamente en el proceso de subversión de la sociedad: sólo entonces es posible la unidad de la teoría y la práctica, el presupuesto de la función revolucionaria de la teoría”[17]



[1] Althusser, L. La revolución teórica de Marx. Ed. Siglo XXI. Mexico. 1968. Pág. 8.

[2] Feyerabend, Paul. Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento. Ed. Ariel. Barcelona. 1987. Pág. 33.

[3] Marx-Engels. “Feurbach. Oposición entre las concepciones materialistas e idealistas” en Marx-Engels. Obras escogidas. Tomo I. Ed. Progreso. Moscú. 1989. Pág. 24.

[4] Marx, Kart “Tesis sobre Feurbach” en Marx-Engels. Op. Cit. Pág. 7. Obras escogidas. Tomo I. Ed. Progreso. Moscú. 1989. Pág. 7.

[5] Mer-Engels. “Feurbach. Oposición entre las concepciones materialistas e idealistas”. Op. Cit. Pág. 14.

[6] Cfr, Adorno, Theodor. Crítica cultural y sociedad. Ed. Sarpe. Madrid. 1984.

[7] Cfr. Mondolfo, Rodolfo. El genio helénico y los caracteres de sus creaciones espirituales. Ed. Universidad nacional de Tucumán. Argentina. Tucumán. 1943.

[8] Marx, Karl. Manuscritos de economía y filosofía. Edit. Alianza. Madrid. 1985. Pág. 104.

[9] Ibid. Pág. 104.

[10] Ibid. Pág. 105.

[11] Marx, Karl « Trabajo asalariado y capital » en Marx-Engels. Op. Cit, Pág.163

[12] Ibid. Pág. 151.

[13] Ibid. Pág. 156.

[14] Íbid. Pág. 157.

[15] Marx, Karl. Manuscritos de economía y filosofía. Op.cit. Pág. 188.

[17] Lukács, George. Historia y conciencia de clase. Edit. Sarpe. Madrid. 1985. Tomo I. Pág. 75.

martes, 31 de julio de 2007

Ensayo Manuel Riesco


CENDA
Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo
140 Años de El Capital
Enviado a petición del profesor Alejandro Yánez Betancourt , enseñador de El Capital, con motivo del 140 aniversario de esta obra, cuya celebración él organiza en Chile.

Querido Alejandro,
Con mucho agrado te envío estas palabras de saludo al importante aniversario que organizas con tanta visión como constancia - que en nuestro caso y para estos afanes constituye noble porfía.
Debo hacer un recuerdo en primer lugar, desde luego, de nuestro maestro en Moscú, el finado Anastasio Mansilla, fantástico niño de la guerra de España que llevamos en el corazón. Que contento se hubiese puesto nuestro querido profesor de El Capital - de seguro habría celebrado fumando cuatro en lugar de tres paquetes de cigarrillos negros, con unos buenos pencazos de excelente vodka. Estaría especialmente alegre al ver como, por fin, los nietos suyos al parecer están empezando a levantar la pesada lápida del temor de más de medio siglo. Debajo, enterrados junto a tanto crimen, miseria, latrocinio y canallada, y sin embargo intactos, han mantenido fondeados hasta ahora a lo mejor de su patria y el pueblo de España. Lo bueno de ese asunto es la comprobación que la memoria no perdona. Tarde o temprano, toda la porquería sale a flote, y el agua busca su nivel.
Con tu fino, legendario, y sin igual olfato político, a menudo destacas en tus comentarios acerca de la obra de Marx el hecho que la opinión pública del Reino Unido lo considera hoy el más importante filósofo de la historia - por goleada. Quiero referirme a la otra cara de esa medalla, es decir, a como su pensamiento ejerce influencia sobre lo más granado del pensamiento económico práctico de esa sociedad. Precisamente aquella que mantiene desde hace dos siglos una relación tan particular con la modernidad - debido a lo cual Marx la escogió para vivir, morir y enterrarse. Allí escribió lo fundamental de su obra, en parte importante a partir de lo que leía en la prensa diaria mientras sufría sentado sobre sus almorranas en las duras sillas de la biblioteca de Londres.
Lo aliviaban de tarde en tarde las modestas remesas que sin falta le remitía desde Manchester su compadre Engels. ¡Que bonita amistad aquella! Lo mejor fue cuando, para evitarle más molestias a la pobre Jenny, a quién quería asimismo mucho, Engels reconoció como suyo el hijo de Marx con su empleada - que estaba bien buena y lo consolaba un poco de vez en cuando de sus penurias.
En esta ocasión, deseo referirme a la presencia de su pensamiento en uno de los medios más influyentes en las élites capitalistas mundiales, el Financial Times, (1) editado en Londres y leído a diario en todo el mundo desarrollado, especialmente en los EE.UU.
Como nos enseña mi querido jefe y taitita (2) adoptivo, Dn. Hugo Fazio, para entender la economía chilena hay que leer a diario El Mercurio. El nunca dejó de hacerlo, incluso en las casi imposibles condiciones del exilio, con la acuciosidad obsesiva de copiar el texto literal de las noticias más relevantes de su sección económica. A partir de éstas, con una generosidad notable, ha venido compartiendo con sus compañeros y quién quiera leerlo, semana a semana, trimestre a trimestre, sin fallar jamás, llueva o truene, los principales avatares de la economía chilena y mundial. Los selecciona con ojo clínico y presenta con objetividad y pasión en la cabeza y el corazón. Por si ello fuera poco, escribe a lo menos un libro al año basado principalmente en esas fuentes.
Desde hace doce años, CENDA ha desplegado ese precioso material en la Internet desde la base de datos Cuadernos - denominada así porque Hugo durante años utilizó tales utensilios escolares para copiar las noticias; alcanzó a llenar más de 50 ¡a pulso! hasta que en 1992 los reemplazó por un Macintosh. Como saludo a los 140 años de El Capital, CENDA anuncia en este acto que la base de datos Cuadernos será abierta de modo gratuito para todas las noticias acumuladas desde 1992. Solamente el acceso a las noticias del año en curso continuarán restringidos a quienes paguen una suscripción, lo cual estaría bien bueno que varios considerasen hacer, como un aporte a esta importante labor de Hugo y CENDA.
Y ya que estamos hablando de la Internet, quiero informarte que en lo que va corrido de Julio del 2007, nuestros distinguidos visitantes han bajado cerca de 700 ejemplares de El Capital desde el archivo web de CENDA. Este mes va ganando el Tomo III con 246 bajadas. Parece bueno que tantas personas vayan a estudiar el tema de la renta tratado allí por Marx, tan importante para nosotros como veremos más abajo.
Le pisa los talones el Tomo II con 246 bajadas este mes, lo que parece increíble considerando lo aburrido que resulta este importante libro, tanto que casi nadie lo lee. De ello resulta que al final no cachan mucho del conjunto - especialmente, porque es allí donde Marx demuestra como la economía capitalista genera su propio mercado. Principalmente, a partir del crecimiento constante y más rápido de las ramas que conforman lo que bautizó como Sector I, que producen materias primas, bienes intermedios, edificios, caminos, maquinarias y otros medios de producción. Ello se verifica asimismo en Chile y en América Latina.
Es interesante además, cuan rápidamente en la región la industrialización avanza y las ramas de maquinarias y productos industriales aumentan su importancia - excepto en Chile, que sigue dependiendo casi exclusivamente del cobre - como lo comprueba una interesante estadística recientemente publicada por el Financial Times (16/07/07), que se reproduce a continuación:

Diez mayores productos de exportación de América Latina (% del total)

1980 2005

Petróleo crudo 28,1 Petróleo crudo 14.6
Derivado del petróleo 10,6 Derivado del petróleo 4,7
Café 7,7 Vehículos 3,3
Concentrado de hierro 2,3 Cobre refinado 2,2
Cobre 2,3 Equipos de telecomunicaciones 2,0
Azúcar 2,0 Aparatos de TV 1,9
Aceite vegetal 2,0 Partes de automóviles 1,8
Soya 1,2 Maquinaria 1,7
Gas natural 1,2 Concentrados de cobre 1,6
Carne 1,0 Soya 1,5


Lo usual, sin embargo, es que los visitantes bajen más el Libro I , que en abril pasado, por ejemplo, alcanzó un récord de 603 bajadas desde el archivo CENDA; ese mes los otros tomos no llegaron ni a la mitad de esa cifra. A pesar que es el más leído, no todos cachan lo más básico que allí Marx ha demostrado: como el capitalismo, si bien restringe constantemente los salarios y el consumo de los obreros y acrecienta el ejercito industrial de reserva, su acumulación ampliada exige al mismo tiempo aumentar constantemente el número de obreros ocupados - la verdadera gallina de los huevos de oro.
Los editores del Financial Times manejan en la uña las cifras gruesas de la economía del mundo. Por ejemplo, que el producto interno bruto (PIB) mundial alcanza en la actualidad a unos 48,2 billones de dólares, es decir, a 48,2 millones de millones de dólares - eso es más de 300 veces el PIB de Chile que el 2006 alcanzó a 145.940 millones de dólares corrientes (0,14 billones). Saben que esa es la cifra económica clave, puesto que representa el valor total creado cada año en todo el mundo. Comprenden perfectamente que no es la suma de los precios de todas las mercancías producidas, sino que representa el valor nuevo, "agregado" año tras año. Saben que se calcula sumando el precio todas las mercancías producidas y restando el de aquellas utilizadas como insumos. Asimismo, cada país le suma sus exportaciones y resta las importaciones, por lo cual en el conjunto, todas se anulan.
Saben perfectamente asimismo, que hay que considerar en dicho cálculo no solamente los bienes "duros," por así llamarlos, sino asimismo los servicios. Estos últimos representan año a año una proporción creciente del PIB mundial, a medida que la automatización va reduciendo la proporción la fuerza de trabajo mundial dedicada "a los fierros." Del mismo modo como ya ha reducido la proporción destinada a la agricultura a una fracción ridículamente pequeña del total, en los países que van alcanzando el desarrollo. Claro está, como siempre porfías tú, Alejandro - respecto de este tema, en una ocasión terminamos discutiendo en plena Plaza de Armas de Santiago. Como se hubiera reído Mansilla de verlos a sus dos alumnos, con sendos sombreros encasquetados y abrigo porque hacía frío, y más viejos que él cuando les enseñaba estas cosas veinte años antes, peleándose a grito pelado acerca del carácter de las mercancías, ante el estupor de los transeúntes -, los servicios se consumen al mismo tiempo que se producen, y por lo tanto no son muy prácticos para atesorar valor. Para eso siempre lo mejor será el oro - que por lo demás está alcanzando por estos días niveles muy elevados de más de 640 dólares la onza. Sin embargo, para efectos de la producción de valor, como decía Marx, lo mismo vale el trabajo destinado a moldear las cabeza de los niños en una escuela que el que se dedica a fabricar salchichones, en la medida que el producto de ambos se venda en el mercado.
Los del Financial Times están plenamente conscientes que PIB mundial por lo general crece año a año, bien rápido, y especialmente en los países en desarrollo. Observan constantemente como aumentan su peso en la economía mundial, en la misma medida que lo disminuyen los países desarrollados. Esto lo comprueban a cada rato, por ejemplo en la evolución de las exportaciones mundiales desde 1970 a la fecha, que presentan en el gráfico que se reproduce a la izquierda
Entienden perfectamente el motivo, que no es otro que el hecho que el PIB se origina en las horas trabajo humano destinado a producir mercancías. Esto nos lo enseñaron los clásicos y Marx descubrió como compatibilizar los valores con los precios de las mercancías. Comprobó que las sumas globales de ambos son idénticas, sin embargo, los precios exceden o se quedan cortos respecto a los valores, según aumenta o decrece la proporción que representan las demás inversiones que no son salarios, requeridas en cada rama industrial.
Lo anterior se aprecia mejor cuando se corrigen las cifras del PIB según el valor relativo del dinero. Marx descubrió que el dinero vale menos en los países ricos. Ello se debe principalmente a que la renta de la tierra sube allí muchísimo, encareciendo todas las mercancías. Por ejemplo, una palta de Quillota o una sandía de Paine resultan carísimas en Zurich o en Tokyo - alcanzan a veces allí precios absurdos. Ello no se debe solo al hecho evidente que muchos países manipulan el tipo de cambio, subiéndolo o bajándolo artificialmente. Tampoco al transporte - la automatización ha avanzado tanto que colocar estas frutas en esas ciudades demanda muy poco trabajo adicional que trasladarlas hasta Santiago; puede que a veces incluso menos, si el segundo trayecto lo hacen "a la antigua." Lo que si cambia, y mucho, es el precio de la tierra en aquellos lugares más "pirulos," simplemente porque anda por allí muchísimo dinero dando vueltas. Ello encarece allí todo extraordinariamente: el almacenamiento, los locales de venta, la habitación de los obreros que la manipulan, los insumos que se utilizan, en fin, suma y sigue. Por estos motivos, un dólar no vale lo mismo en Mogadisku que en Buenos Aires, o en Luxemburgo.
A raíz de esto, precisamente el Economist otra publicación londinense muy conocida, hace tiempo empezó a publicar el valor del dólar en los diferentes países corregido mediante un índice que denominó Big Mac. Efectivamente, lo calculaba según lo que costaba esta hamburguesa en el McDonald's local - eligieron bien, porque la preparación de este "sanguche" es completamente estandarizada en todas partes, es decir, requiere los mismos minutos (o segundos) de trabajo en cualquier parte del mundo. Años más tarde, el Banco Mundial perfeccionó la metodología sin modificarla sustancialmente, y publica anualmente la lista del PIB corregido por poder de compra ("purchasing power parity" o "ppp"). Según los valores corregidos, mientras el PIB de los EE.UU, se mantiene en 13,2 billones de dólares, el PIB mundial sube de los ya mencionados 48,2 billones a 66,6 billones de dólares, el año 2006. Es decir, mientras representa el 27,4% del PIB mundial medido en dólares corrientes, el valor producido en los EE.UU. baja a menos del 19,8% medido en "dólares internacionales," es decir, corregidos por poder de compra o ppp. El PIB de Chile sube a 208.115 millones, o 0,2 billones de dólares. Medido de esta manera, por ejemplo, el PIB de China sube al segundo lugar mundial, con 10,0 billones, pisándole los talones a los EE.UU., y el de América Latina en su conjunto alcanza a cerca de un 40% del PIB estadounidense.
Todo esto ha llevado al Financial Times a concluir que "el 2006 fue el año en que el mundo tomó conciencia que el siglo XXI va a estar dominado potencias económicas bien diferentes a las de los siglos anteriores." Ojalá que lo leyeran más los políticos chilenos de modo que se liberasen de la miopía y provincianismo estrecho y ridículo de que adolencen, se "pegaran la cachada" de las implicancias de tal fenómeno y se resolvieran de una vez por todas a concurrir con nuestros hermanos de América Latina a la construcción - en pleno curso por parte de los países mayores - de un espacio integrado que pueda aspirar de verdad a jugar con cierto grado de soberanía en las "ligas mayores" del siglo XXI. Felizmente, algunos de los principales empresarios chilenos que invierten en el extranjero están bien conscientes de esto, así como los estados mayores militares y los del servicio exterior profesional.
Las horas de trabajo destinadas a producir mercancías - bienes y especialmente servicios - aumentan de modo vertiginoso en la medida que sucesivas olas de campesinos, cada vez más multitudinarias, se incorporan al trabajo mercantil cuando migran a las ciudades. Todavía les queda mucho camino por andar, puesto que un informe de la ONU ha confirmado que recién el 2006 los habitantes urbanos han igualado a los campesinos en el mundo considerado como un todo. Es decir, el PIB mundial todavía va a crecer a lo menos al doble, durante las décadas que vienen, en la medida que en el curso de las mismas se terminen de incorporar al mercado de trabajo mercantil el grueso de los campesinos y mujeres que todavía permanecen al margen del mismo. El grueso de este aumento va a provenir de los países en desarrollo - ojo, aparte de los conocidos, al final buena parte va a provenir de Africa.
La mayor parte de su nuevo trabajo destinado al mercado lo realizan como asalariados contratados por empresas capitalistas, - algunos trabajan asimismo en empresas comerciales de propiedad del Estado. Sin embargo, una buena proporción son trabajadores por cuenta propia. Ahora recién hemos descubierto, sin embargo, que no hay muralla china entre los trabajadores asalariados y los informales. Se trata de las mismas personas, que entran y salen constantemente de trabajos asalariados de muy corta duración y realizan trabajos informales entremedio, cuando no están cesantes derechamente. Ello lo verificamos gracias a las magníficas estadísticas de las AFP, que proveyeron a cada trabajador y trabajadora con una libreta individual, todas las cuales son escudriñadas mes a mes por las computadoras, capturando una instantánea extraordinariamente precisa de la fuerza de trabajo chilena - compuesta nada menos que de siete megapixeles, es decir, siete millones de puntos individuales. Las ciudades modernas como Santiago se han transformado en gigantescas fábricas. Temprano cada mañana, antes que salga el sol tal como lo hacían en el campo, millones de modernos proletarios toman el Transantiago rumbo a sus precarios trabajos, generalmente en empresas capitalistas medianas o pequeñas, a pegas "con boleta," o simples "pololos" de todos los tipo imaginables.
En esto consiste precisamente el proceso de acumulación originaria del capital a escala mundial. Dicho proceso fue descrito por Marx, para quién representaba no la acumulación de dinero - esa era otra historia -, sino la acumulación de obreros originada en la migración campesina, principalmente. Pues bien, ella se haya todavía en pleno curso, constituyendo todavía el fenómeno socio-económico determinante a nivel global. No es raro que Marx haya remitido el estudio de este fenómeno a sólo un capítulo, el famoso 24 del Libro I , que a sus amigas de cabeza más liviana recomendaba leer antes que el resto, porque es más entretenido. El objeto de El Capital era desentrañar las leyes del capitalismo, no explicar como éste llegó al mundo. Lo que es notable es como Marx logró detectarlas de modo extraordinariamente preciso y que mantiene hoy intacta toda su vigencia, estudiando lo que no era más que un simple feto. La legendaria economía inglesa de entonces - la rubia Albión reina de los mares que inundó el mundo con sus mercancías y cañoneras - no era más grande que la modesta economía chilena de hoy. Una y otra descansaban en el trabajo de alrededor de de seis millones de trabajadores. Todavía está por verse lo que va a ser al final el capitalismo operando como tal modo de producción cuando ya no queden campesinos en el mundo. Para ello faltan sin embargo todavía algunas décadas, si es que antes no lo revienta o derrite.
No es raro tampoco que muchas veces analistas del primer mundo - no es el caso de los del Financial Times, como se ha mencionado - se olviden de la acumulación originaria. Mal que mal, sus países la vivieron hace doscientos años, y trescientos en el caso de Inglaterra. Lo que si resulta curioso es que muchos marxistas del tercer mundo nos olvidamos por completo de este asunto durante mucho tiempo, dándolo por concluido hace siglos, y al capitalismo por muerto y sepultado. Ello probablemente tiene su explicación en el hecho que durante el siglo pasado hicimos el empeño heroico de evitarnos el capitalismo, e intentamos saltar de un viaje al socialismo. No era esta una idea de Marx - aunque admiraba el intento de la Comuna de París de tomarse el cielo por asalto -, sino que la inventó Bujarin en el medio del comunismo de guerra en Rusia. Al final, se impuso la porfiada economía política. El viejo materialismo histórico vino a ser confirmado a fines del siglo por ¡la caída del socialismo! Al final, éste resultó no ser muy diferente, sino más bien un caso extremo del desarrollismo estatal que condujo la transformación social y el progreso económico en todo el mundo subdesarrollado durante el siglo XX - adoptando formas muy diversas.
Pero bueno, querido Alejandro, esta es materia de otra polémica inacabable entre nosotros - seguro que continuaremos enfrascados en ella a grito pelado incluso durante nuestro propio entierro, para solaz y contento de nuestros queridos deudos.
Por cierto, los del Financial Times saben que a efectos de la producción de valor, además de la cantidad de horas importa la calidad de las mismas. Es decir, principalmente, lo que Marx llamaba la complejidad del trabajo, que depende básicamente del nivel educacional de la fuerza de trabajo. De este modo, Marx demuestra y el Financial Times concuerda con ello, que la condición social - es decir, la medida en que los trabajadores abandonan su condición campesina, principalmente - y el nivel educacional de la fuerza de trabajo, son los factores más importantes que explican la moderna riqueza de las naciones.
Ello trae a la memoria el inmenso aporte progresista de los regímenes desarrollistas, los que transformaron por completo la condición social de los trabajadores y los educaron. Lo anterior incluye por cierto y muy especialmente a sus versiones socialistas. En el caso de Chile, ello ocurrió especialmente hacia el final durante su culminación reformista y revolucionaria. Por este motivo, asimismo, es que ha sido tan antinacional la política de desmantelamiento del sistema de educación pública que se ha llevado a cabo en Chile por parte del revanchismo dictatorial, y luego con la continuidad de las políticas privatizadoras reflejadas en la LOCE. Como resultado de ellas, si al culminar el período desarrollista hace tres décadas, 30 de cada cien chilenos estaban matriculados en el sistema educacional público, hoy día sólo 27 están estudiando tanto en el sistema público como el privado. Paralelamente ha variado la "pirámide poblacional," y se han reducido en algo la proporción de jóvenes, que sigue siendo muy alta, gracias a lo cual se ha logrado al mismo tiempo aumentar la cobertura educacional. Sin embargo, nos hemos retrasado seriamente en el nivel superior, donde apenas estamos llegando a uno de cada tres jóvenes, mientras en Argentina y Uruguay dos de cada tres jóvenes alcanza el nivel terciario, y en Corea el 98% lo logra.

Es interesante y a la vez no resulta difícil - aunque contradice el sentido común -, comprender como Marx demuestra que la tecnología no incrementa la producción de valor del trabajo. Sólo transfiere valor al interior de una rama industrial determinada, desde los trabajadores con tecnología inferior a aquellos con una más moderna. Ello ocurre porque aunque los segundos producen muchas más mercancías en el mismo tiempo, el valor de las mismas se determina según el promedio general. El efecto de ello es potenciar la capacidad de agregar valor del trabajo de los primeros a costa de los segundos. El resultado principal es disparar la plusvalía y ganancias de los capitalistas que introducen la tecnología moderna, la que actúa como una especie de aspiradora del valor producido al interior de la rama respectiva. Es lo que Marx denomina plusvalía extraordinaria y se traduce en el extraordinario interés de los capitalistas en revolucionar constantemente la producción y todo. Sin embargo, no agrega ni un ápice de valor, solo lo transfiere.
En lo que si influye la tecnología, aunque de modo indirecto y menor, es que usualmente el trabajo con máquinas modernas es resulta más intenso - hay más desgaste de nervios, músculos, etc. en el mismo tiempo, comparado con la producción "a la antigua." Esto lo puede comprobar cualquiera que esté sentado todo el día delante de un computador conectado a la internet - como el autor de éstas líneas, por ejemplo, al quién ya no le quedan ojos, la cabeza le funciona harto reguleke, y su mujer lo reta a cada rato porque dice que parece un zombie. Felizmente, Marx comprueba que el trabajo más intenso si produce más valor - claro que para eso hay que vender sus resultados, lo que no siempre ocurre, como en el caso del autor aludido.
Es decir, el que la producción sea más mecanizada en algunos países no significa que se genere más valor en el mundo en su conjunto. Más bien al revés, puesto que la cantidad de trabajo requerida para producir lo mismo es menor. Lo que si ocurre es que se transfiere valor desde los países con un nivel tecnológico menor a aquellos con mejor tecnología - a condición que la mercancía de que se trate sea transada en el mercado mundial y por lo tanto su valor sea determinado allí.
Existe un corolario importantísimo del razonamiento anterior, que los chilenos deberíamos conocer de memoria, para lo cual es bien útil leer el Tomo III de el capital. Lo que ocurre es que la renta de la tierra actúa como la tecnología - es decir, sólo transfiere valor, sin agregar un ápice al conjunto, puesto que solo el trabajo lo genera todo. Es decir, la renta actúa también como una suerte de aspiradora del valor producido en lugares sin renta hacia otros que si la generan. ¿Que es lo que genera la renta? El hecho que la producción en algunas ramas de la economía descansan sobre factores escasos, y de rendimiento variable - por lo general, recursos naturales como la tierra, los minerales o el agua. Cuando aumenta la demanda, la oferta no pueda seguirla al mismo ritmo en razón de la escasez de los recursos naturales, u otros factores fijos. Ello hace subir el precio y genera una sobre ganancia, que los dueños de los factores escasos cobran como renta para dar acceso a los mismos.
La llamada renta diferencial, destacada por los fisiócratas y Smith y formalizada por David Ricardo - por eso se llama renta Ricardiana -, actúa igualito que la tecnología, puesto que traduce en mayor productividad relativa del mismo factor fijo al interior de una rama determinada. Es el caso clásico de las tierras agrícolas más productivas - o las urbanas mejor ubicadas -, que absorben parte del valor producido en el el trabajo aplicado sobre tierras menos productivas, en beneficio de sus dueños, quiénes cobran en forma de renta de la tierra la ganancia adicional que obtienen quiénes las explota. Asimismo, Marx descubrió la renta absoluta, que consiste en la transferencia de valor desde las ramas que no generan renta porque no descansan sobre ningún factor fijo - típicamente la industria manufacturera - hacia las ramas que si descansan en factores fijos, típicamente recursos naturales.
En el caso del cobre - o del petróleo, que es muy parecido -, operan ambos tipos de renta. Por una parte, la renta absoluta de todos los minerales actúa como aspiradora de valor producido por el trabajo en ramas que no generan renta - generalmente la industria manufacturera, como se ha mencionado. Por otra parte, la renta diferencial de los minerales más ricos actúa como aspiradora del valor producido por el trabajo en los minerales menos productivos. En el caso de un país como Chile, la calidad superior de sus minerales de cobre aspira el valor producido por el trabajo en el resto de los minas de cobre del mundo, pero asimismo "chupa" la renta absoluta del conjunto de los minerales, que es valor producido por el trabajo en otras ramas que no tienen factores fijos. Estas últimas, generalmente operan en países más industrializados, los que transfieren renta hacia acá del mismo modo que el resto el mundo lo hace hacia allá en virtud de la mayor tecnología de sus industrias. Lo mismo beneficia a Venezuela o Arabia Saudita o Rusia en el caso del petróleo o gas. Es decir, la renta de los recursos naturales de algún modo compensa la transferencia de valor de los países pobres a los ricos debida a la tecnología.
Lo anterior se verifica siempre que los países que poseen recursos naturales no sean tan imbéciles como para no aplicar royalties y otras formas de cobrar la renta que les pertenece. Algunos lo son, sin embargo, y regalan de este modo la renta de sus recursos naturales a empresas extranjeras, las que generalmente provienen del mundo desarrollados y se la llevan de vuelta a sus países de origen - no sin antes lavar el dinero en paraísos fiscales de modo de no pagar impuestos en ninguna parte. Es precisamente lo que estamos haciendo los chilenos en la actualidad, merced a la actitud yanacona en esta materia de los gobiernos de la Concertación. Sin perjuicio de sus virtudes en otros aspectos, ellos se han entregado por completo en este rubro decisivo. La política minera de Chile la determinan los agentes de tres o cuatro empresas extranjeras que se están llevando el equivalente al presupuesto del Estado, año tras año. Estos son chilenos que alguna vez trabajaron en el cobre nacionalizado y apoyaron el gobierno de Allende, y hoy financian las campañas de los principales políticos de todos los partidos, pero especialmente los de la Concertación, y los tienen en su bolsillo. Es una vergüenza sin nombre a la que se debe poner término cuanto antes para que Chile recupere su dignidad.
Esto no pasa desapercibido para el Financial Times, más bien, está muy pendiente de ello. Tanto así, que Chile - que no aparece nunca en la prensa internacional y menos desde que murió Pinochet - hace noticia en ese medio cada vez que hay una huelga en un mineral de cobre. Y mucha. En el curso del actual conflicto de los contratistas, por ejemplo, ya lleva 45 apariciones, al menos dos de ellas en portada. Con ocasión de la huelga de Escondida el 2006 Chile apareció mencionado 109 veces en este medio durante el mes y tanto que duró el conflicto, al menos cuatro de ellas en portada. ¡Y era que no! Si resulta que las principales empresas que explotan el cobre chileno, que son a su vez de las mayores mineras del mundo, como BHP Billiton y Anglo-American, se transan en la bolsa de Londres. Están transfiriendo hacia allá centenares de millones de dólares ¡cada semana! El el curso del 2006 inyectamos por cuenta de estos señores 20.000 millones de dólares a los mercados financieros que sustentan el mundo del Financial Times. De hecho, los chilenos estamos financiando a la "City" de Londres, donde estos fondos se utilizan para todo tipo de especulaciones financieras, como las que se mencionarán al final.
Como será lo que ganan los yuppies del Támesis a costillas nuestras, que tiene que dedicar buena parte del fin de semana a darle vueltas a como gastarlos, en lo que les ayuda el Financial Times con su suplemento del sábado que titula precisamente "How to Spend It." Allí pueden elegir entre los relojes más lujosos, los hoteles más decadentes, o jets familiares -- es lo que está "in," ciertamente usar el jet corporativo es una rotería -, en los que pueden volar cómodamente a La Riviera o adonde quieran, cuando quiera, sin los molestos controles de aeropuerto. Felizmente, la firma que lleva la delantera en este mercado es EMBRAER, de Brasil, con lo cual parte importante de la renta de los minerales chilenos va a terminar en el país hermano.
Por estos días, la marcha de la economía mundial ofrece más suspenso que la mejor novela policial - y ello es reflejado sin tapujos en las noticias y artículos que diariamente aparecen en el Financial Times.
Lo que ocurre es que sin haber leído Tomo III de El Capital - algunos si lo han estudiado y bien -, los editores del Financial Times conocen mejor que nadie el mecanismo de las crisis cíclicas - y saben que tenemos una ad portas. Uno de los más inteligentes de ellos comparaba esta semana los mercados financieros con las caricaturas del coyote y el corre caminos. Según él, los inversionistas son como el coyote, que siempre sale corriendo por el aire desde borde del precipicio, sin embargo no cae, al menos no hasta que se detiene y mira hacia abajo. Solo entonces se saca la cresta. En opinión del Financial Times, los mercados ya se salieron del borde del abismo y están corriendo por el aire, sólo falta que se detengan a mirar hacia abajo...
Otra comparación que le ha parecido graciosa es la capacidad del coyote de descrestarse una y otra vez y sin embargo volver a las andadas. Según él, eso ya le ocurrió a fines del año pasado con la quiebra de un importante "hedge fund" que apostó miles de millones de dólares al alza de los combustibles en un momento que bajaron. Luego, varias veces este año, por ejemplo, con ocasión del derrumbe de la bolsa de Shanghai en febrero, a continuación con la evidencia de la ruptura de la burbuja inmobiliaria en los EE.UU. y en España. Últimamente, con el anuncio la semana pasada que dos de los más importantes "fondos de riesgo" o "hedge funds" del principal banco de inversiones Neoyorquino, Bear Sterns, valían literalmente callampa, es decir, cero. De todos estos incidentes el coyote se ha recuperado, como le ocurre varias veces durante cada episodio...hasta que al final se manda ¡guarda abajo! de frentón.
Marx demuestra - y los del Financial Times concuerdan con él - que las crisis se gatillan precisamente cuando el consumo de las masas es máximo en los períodos de boom, pero al mismo tiempo se ha generado una plétora de capital es decir, después de invertir, los capitalistas en conjunto reciben menos utilidades que antes de hacerlo. Ello ocurre porque en su desenfrenada carrera tras las ganancias han invertido tanto en tecnología y aumentos de producción que al final revientan. De tanto ir el cántaro al agua, han terminado atochado los mercados de productos y agotando los mercados de factores, los que escasean y suben de precio. Al llegar a ese punto, dejan de invertir y bruscamente la economía se viene al suelo. Al revés ésta se recupera cuando la limpieza de saldos de productos y la depreciación de los medios de producción hace que resulte rentable volver a invertir - lo cual ocurre precisamente cuando las masas de trabajadores, con salarios reducidos o cesantes, han reducido su consumo al mínimo.
Poco antes de precipitarse las crisis, escribe Marx, la economía todavía ruge a todo vapor y el dinero sobra, de hecho a nadie parece importarle porque todo se vende a crédito. Al momento de despeñarse la crisis, en cambio, se interrumpen las cadenas de pago y entonces, "los capitalistas claman por dinero como ciervos sedientos por agua fresca." Desde la crisis de 1929 - y al contrario de lo que hicieron en ese momento con resultados catastróficos, lección que no fue aprendida por el tontorrón de Massad en Chile, que hizo lo mismo en 1998 - los bancos centrales han logrado amortiguar el efecto recién descritos. Es famosa, por ejemplo, la respuesta de la Reserva Federal, el banco central de los EE.UU, frente al derrumbe de Wall Street en 1987, que fue la mayor de la historia en un solo día, y el 2000-2002, que es la mayor de la historia, incluso superior a la de 1929. En ambos casos, inundó de dinero todos los canales financieros, efecto que todavía se mantiene en el último caso y que de algún modo está detrás de la burbuja inmobiliaria recién reventada, y de la crisis actual.

El problema que enfrentan hoy día, sin embargo, es que no tienen idea de la magnitud que puede alcanzar la interrupción del crédito, debido a la aparición de actores e instrumentos nuevos en este ámbito, los que se mueven en un mundo opaco y sin regulación alguna, y que nadie sabe a ciencia cierta como van a reaccionar. Estos son los llamados "derivados financieros," los ya mencionados "fondos de cobertura de riesgo," o "hedge funds," y finalmente, los "fondos de capital accionario privado," o "privateequity." A continuación, vamos a mencionar algo en relación a tales recién llegados a los mercados financieros.
Es importante conocer sus magnitudes, según las estima el Financial Times. Los activos financieros básicos tradicionales o "core financial assets," es decir acciones, bonos de empresas, gobiernos e hipotecarios, derechos sobre "commodities" incluyendo oro, materias primas, etc. y divisas, suman unos 140 billones de dólares, es decir, poco menos de tres veces el PIB mundial. Hay que mencionar que todos estos papeles es lo que Marx denominaba capital ficticio, para distinguirlo del capital real que es aquel invertido en terrenos, edificios, maquinarias, materias primas, productos almacenados, y capital de trabajo en general. Por cierto, sus valores reflejan en cierta medida estos últimos, pero ciertamente no se lo puede contar dos veces, es decir, los papeles son capital ficticio que representa derechos sobre el capital real.
Algunos de los mencionados no representan derechos sobre capital propiamente tal - como es el caso de los bonos hipotecarios, bonos de préstamos de consumo, o bonos del gobierno (no de empresas del Estado que si representan capital). Estos papeles representan derechos sobre los dividendos de préstamos hechos a particulares no con fines de inversión sino de consumo en viviendas y otras cosas, o al gobierno con fines similares. Se recordará que Marx es muy estricto en cuanto a su definición de lo que constituye capital - éste se refiere en lo fundamental a una relación social: dinero invertido en la contratación privada de trabajo asalariado y medios con la finalidad de producir mercancías cuya venta genere ganancias. Incluso en su forma más abstracta y sencilla, el capital es dinero que se invierte con la finalidad de ganar más dinero. En este sentido estricto, una vivienda no constituye capital, como tampoco un televisor o un automóvil comprado a crédito, ni los gastos corrientes del gobierno financiados con endeudamiento. Sin embargo, el dinero facilitado para estas operaciones, generalmente por los bancos, y representado por los bonos respectivos, si constituye capital, puesto que es dinero destinado a incrementarse en tales operaciones de préstamo - aunque el destino de éstas constituye usura pura, y no una inversión productiva.
Sin embargo, todos los papeles mencionados tienen una cosa en común, y es el hecho que están respaldados directamente por bienes que tienen valor, y/o constituyen derechos sobre flujos futuros de utilidades, impuestos o dividendos hipotecarios. Sin embargo, desde hace algunas décadas han aparecido otro tipo de papeles diseñados por la ingeniosa "ingeniería" de los mercados financieros. Estos últimos no tienen la característica mencionada, sino que están respaldados a su vez por papeles, es decir, por capital ficticio. Más aún, los mismos se han complicado hasta el infinito, de modo que muchos de ellos ni siquiera están respaldados por capital ficticio tradicional como los arriba mencionados, sino a su vez por otros derivados, conformando una pirámide ascendente que crece constantemente. Todos estos "derivados financieros" suman hoy aproximadamente 286 billones de dólares, según el Financial Times, es decir, nada menos que entre cinco y seis veces el PIB mundial. No hay que confundirse con esta alquimia, puesto que al igual que los papeles del capital ficticio de primera generación no duplican el capital real que representan, menos aún los derivados van a duplicar el capital ficticio sobre el cual a su vez descansan, y menos aún los derivados de segundo o tercero o cuarto, orden van a duplicar el valor de los derivados de niveles inferiores sobre los cuales a su vez descansan. En otras palabras, toda esta gigantesca pirámide financiera - o castillo de naipes si se prefiere - descansa en definitiva sobre el mismo capital real en su base. El problema es que éste a su vez se mueve siguiendo el curso y la lógica más o menos inevitable y azarosa de los ciclos económicos.
Lo anterior no quiere decir que los derivados, así como tampoco el capital ficticio más tradicional de las acciones y bonos, sea algo inútil o un puro engaño. NI mucho menos. Estos papeles juegan un rol de gran importancia en el mundo financiero - aparte que se prestan para todo tipo de juegos especulativos en los cuales se enriquecen inmensamente la serie de personajes que dominan el capital financiero. Esta fracción del capital ha alcanzado un nivel de independencia extraordinario sobre el capital productivo y comercial sobre los cuales descansa. El capital financiero es como Dios - inventado por los hombres y no existiendo sino al interior de sus conciencias, se les enfrenta como un ser externo y superior que los domina.
Los derivados tienen un rol mucho más práctico que una deidad, sin embargo, puesto que entre otras virtudes permiten distribuir riesgos individuales - constituyen una especie de seguro. Unos de los más extendidos son precisamente los seguros de tipos de cambio, mediante los cuales, por ejemplo, alguien que quiere pagar en el futuro bienes importados pero desea asegurarse que no va a subir sustancialmente el tipo de cambio, compra divisas a futuro a un precio fijo y pagando un sobreprecio por esta garantía - el sobreprecio naturalmente depende del riesgo cambiario que se enfrente en ese momento. El que vende a futuro tales divisas, o dispone de ellas en ese momento y está dispuesto a correr él mismo el riesgo de una baja en el tipo de cambio, o a su vez compra él a futuro divisas a otro operador de modo de cubrir la venta a futuro efectuada originalmente. De este modo, una sola operación de importación puede dar origen a dos, tres o más operaciones de estas otras, denominadas "swaps," cada una de las cuales está representada por los derivados financieros respectivos.
Otros derivados muy populares son las llamadas ventas cortas de acciones, que consisten en pedir prestadas acciones con el compromiso de devolverlas en un plazo determinado y simultáneamente comprometer su venta a futuro, en el mismo plazo y al precio actual. Si las acciones bajan, el que hizo esta "venta corta" se beneficia, puesto que cuando tenga que comprar acciones para devolverlas a quiénes se las prestó, lo hará a un precio menor que el que va a recibir por la venta a futuro que hizo de las mismas. De este modo, los que realizan las "ventas cortas" se ponen a resguardo de una eventual baja en la bolsa. Por cierto, el mismo capital real, que sostiene un paquete de acciones, resulta al final generando muchas compras y ventas como las referidas. Por cierto, existe la contrapartida de las ventas "largas."
Los que están de moda por estos días son los derivados financieros basados en bonos hipotecarios. Estos representan una parte alícuota de un conjunto más o menos grande de bonos hipotecarios - se llaman en inglés "collateralised debt obligations" o "CDO." La lógica es bien sencilla: se supone que el riesgo que muchos deudores hipotecarios dejen de pagar sus dividendos es significativamente menor a que uno sólo de ellos lo haga, por lo cual es más seguro prestar dinero con el respaldo de estos derivados que dependen de la capacidad conjunta de pago de muchos deudores individuales. Puesto en palabras sencillas, tiene que ser mucha la mala cueva para que todos dejen de pagar al mismo tiempo. Sin embargo, ello también puede ser leído al revés, es decir, si se presta dinero con tal respaldo, se puede mantener el riesgo del prestamista disminuyendo la calidad de los beneficiarios finales - en otras palabras, se le puede prestar plata de modo más o menos seguro a personas con una capacidad de pago más que dudosa.
De este modo, los operadores financieros que manejan este tipo de instrumentos - generalmente los llamados "hedge funds" o "fondos de cobertura de riesgo," son capaces de ofrecer al mercado bonos que son calificados como "AAA" o muy seguros, cuando en realidad descansan sobre préstamos a personas con un historial "-C," es decir, pésimo, pero se supone no van a fallar todos juntos. Levantaron de este modo inmensos volúmenes de dinero respaldado por tales instrumentos, parte de los cuales, por cierto, destinaron a préstamos a gente con historial dudoso, los cuales a su vez rápidamente agrupaban en paquetes de bonos llamados "basura" y que ofrecían como inversión "segura."
¡Y vamos a la otra! Un resultado directo de este jueguito fue el boom inmobiliario increíble que se ha vivido en algunos países, principalmente los EE.UU., España y el Reino Unido. Los precios de terrenos y edificios ha venido subiendo allí de modo constante y acelerado, hasta alcanzar niveles completamente absurdos, lo mismo que las inversiones en construcciones de todo tipo. Todo ello descansando en la pirámide financiera mencionada, cuya base a su vez descansaba cada vez más en estos precios ridículamente elevados de terrenos y construcciones.
El resultado de todo esto ha sido una inmensa cantidad de capital dinero de préstamo - como lo llama Marx - relativamente barato, o más bien muy barato, invertido en negocios bastante dudosos. A ello se sumó la inundación de dinero hecha por los bancos centrales, especialmente de los EE.UU. y Japón, para combatir la recesión en sus países. A ello se han agregado los inmensos fondos de pensiones manejados privadamente, y ahora los gigantescos excedentes de divisas que manejan varios estados, principalmente los de China y Japón. El resultado ha sido una plétora de dinero sin precedentes dando vueltas por el mundo, descansando en buena parte sobre arena.
Parte importante de dicha plétora ha sido utilizada, asimismo, por empresas para comprar otras a precios exorbitantes. De este modo, las fusiones y adquisiciones o "mergers and adquisitions, o M&A" como se las denomina, han alcanzado niveles absolutamente sin precedentes. Para hacerse una idea, en la edición de hoy (24/07/ 07) del Financial Times aparece la noticia que unos bancos ingleses, uno de los cuales tiene el respaldo del gobierno chino, se han unido para ofrecer por otro holandés la friolera de 68.000 millones de dólares ¡la mitad del PIB chileno!
Han aparecido asimismo unos actores inesperados, los denominados "private equity funds" o "fondos de capital privado." Acá lo de "privado" se refiere a comprar acciones de empresas que se transan en las bolsas de comercio - que en inglés se denominan "publicequity," o "capital del público," y transformarlas en lo que en Chile se denomina sociedades anónimas cerradas, es decir, retirarlas de las bolsas. El efecto de ello es que dejan de someter su manejo a una serie de regulaciones que se exige a las empresas en manos "del público" y pueden hacer con ellas más o menos lo que se les da la gana - usualmente las dividen y vende a su vez por partes, con inmensas ganancias de por medio. Por ello, generalmente, los sindicatos se oponen tenazmente a que sus empresas sean vendidas a tales buitres. No solo están exentos de cualquier tipo de regulación, sino que además sus ejecutivos y propietarios pagan "menos impuestos que la niña del aseo" según ha declarado hace pocos días al Financial Times el cabecilla de uno de estos grupos ¿a alguien le resulta esto familiar en Chile? Para complicar las cosas al máximo, el gobierno de China ha entrado como socio uno de los principales fondos de "capital privado," uno que se denomina Blackstone. A su vez, este fondo así como otro de los principales, denominado KKK por las iniciales de su propietario, un tal Kravis, han decidido a su vez ¡salir a la bolsa! es decir dos de los principales fondos de "capital privado" se ponen a disposición "del público."
Según el Financial Times, los denominados "hedge funds" manejan en la actualidad nada menos que 1,6 billones de dólares ¡mas o menos el equivalente al doble del PIB de México! Por su parte, los fondos de capital privado manejan en la actualidad cerca de 0,4 billones de dólares, es decir, el equivalente aproximado ¡del doble del PIB de Argentina! Y por cierto, ni unos ni otros están sometidos a casi ningún tipo de regulación como la que se impusieron a los bancos luego de la catástrofe que generaron sus manejos en 1929.
El problema es que hoy se avecina el tambaleo cíclico de la economía que subyace a todo este castillo de naipes financiero manejado ahora en buena medida por estos operadores no sujetos a regulación alguna. El resultado es que todo corre el riesgo de venirse abajo de modo tan estrepitoso que los del Financial Times están francamente asustados.
Todo está empezando con la ruptura de las burbujas inmobiliarias. Como cualquiera podía prever, los precios de terrenos y construcciones tocaron techo y empezaron a caer, lo cual dificultó el financiamiento de nuevas construcciones y la venta de las existentes, lo que encareció el crédito y empezaron a atrasarse en los pagos los deudores hipotecarios, empezando por los másriesgosos, que no son pocos. Ello le quitó el piso a los "derivados" basados en tales préstamos dudosos y llevó a la quiebra, con la pérdida de ¡todo! su valor, de los dos "hedge funds" ya mencionados del banco de inversiones Bear Sterns. Todo ello reventó la semana pasada y Ben Bernanke, jefe de la Reseva Federal nombrado por Bush - que tiene una cara de tonto parecida a la de su jefe - ha estimado las pérdidas que se vienen sólo en este rubro en 100.000 millones de dólares, dos tercios del PIB de Chile.
Pocas semanas antes, en España, la ruptura de la respectiva burbuja inmobiliaria hizo que se desplomasen las acciones de las principales empresas constructoras - entre ellas SACYR y otras muy conocidas en Chile por ser las concesionarias de autopistas - y bajaran bastante las acciones de los bancos españoles más importantes - como el Santander y BBVA, ambos con importantísima presencia en Chile y América Latina.
Como se ve, a quién gusta de seguir estos acontecimientos le resulta apasionante la lectura del Financial Times por los días que corren ¡El viejo Marx hubiese estado fascinado, hasta quizás se le hubiese olvidado las molestias de las asentaderas!
Querido Alejandro,
Felicitándote una vez más por celebrar el nuevo aniversario de El Capital, deseándote el mejor éxito en la iniciativa y agradeciendo tu invitación a escribir estas líneas,
Se despide con un abrazo fraternal, tu condiscípulo y compinche,
Manuel Riesco
25 de Julio 2007



(1) La posibilidad de seguir día a día desde sus páginas la marcha de la economía mundial ha constituido un inmenso privilegio. Uno más entre los muchos que se han prodigado a tu amigo durante este año sabático que le ha caído medio de rebote como regalo de nuestra Presidenta - quién providencialmente lo ha personificado en su mujer -, en reconocimiento al aporte de todos nosotros a la reconquista - que tan lenta y gradual ha resultado -, de la democracia.
(2) "Taita" significa "padre" en chileno.

miércoles, 18 de julio de 2007

Ponencia de Cristóbal Vallejos. (Ponencista 2º Coloquio de Estudiantes)

El recurso a Marx (recordando a Marx en sus olvidos).

Cristóbal Vallejos Fabres
Facultad de Artes.
Universidad de Chile.


Conocidos y explotados (y en ocasiones podríamos decir que sobre-explotados) son los análisis materialistas de las condiciones de producción que determinan, a su vez, las condiciones de existencia de los sujetos al interior de una determinada sociedad. No nos encaminaremos por dicha senda, la que, emergiendo como allanada en términos de investigación, presupone una aceptación casi generalizada, unas seguridades receptivas de carácter aprobativo, que éste escrito no pretende correr. A riesgo de ser considerado como in-esencial, este desarrollo recorrerá el camino, de algún modo obviado por la teoría marxista clásica[1]. El sendero por el cual transitaremos, se ubicaría así, sin lugar a dudas, en la superestructura de la sociedad, la constituida por la filosofía, la literatura, las ciencias cognitivas y las humanidades en general, como así también por el arte. Y es, desde éste último terreno desde donde me gustaría comenzar a desplazar, cuidadosamente, parte de los enunciados marxianos, apoyándome para esto, en la corriente de pensamiento continuadora de dicha tradición marxista.
De este modo, nos enfocamos en el segmento de la sociedad que comúnmente se establece como depositario de los cambios, que en la estructura económica suceden, obviando, el hecho cierto, de que en parte importante contribuyen a la mantención y reproducción del orden social establecido, que rige hoy por hoy, es decir, los lineamientos conductuales y los mecanismos representacionales emanados -de algo así como- la clase dominante. Lo que sigue entonces, es la presentación de como el capital[2], y con ello el orden y relaciones sociales que su predominancia impone, no basa todo su poder en la naturaleza material que él presenta (relaciones de explotación de clase); sino, que la dominación capitalista, abarca muchos más planos que el meramente económico. Su poder se basa en otros elementos que rebasan con creces el factor atribuido al capital económico. La imbricación de los condicionamientos materiales y simbólicos al interior de la sociedad lleva, de éste modo, a la renovación de los lineamientos investigativos, que las ciencias humanistas y, en especial la ciencia sociológica, han heredado de la tradición de pensamiento marxista:
“Cuando la sociología de la cultura -plantea García Canclini- muestra como se complementan la desigualdad económica y la cultural, la explotación material y la legitimación simbólica, lleva el desenmascaramiento iniciado por Marx a nuevas consecuencias”[3].

Son precisamente esas nuevas consecuencias las que se buscan exponer brevemente acá.

Del capital al capital simbólico. Tránsito: De la violencia económica a la violencia simbólica.
De Smith a Marx. De la explotación encubierta a la explotación develada. De lo innombrable al capital señalado. De la “irracionalidad” natural, a la “racionalidad” naturalizada. De la teoría de los explotadores a la teoría de los explotados que resisten.
El capital como base de la dominación capitalista, ha sido evidenciado por Marx como el elemento enajenador e inhumanizante por antonomasia. Enajenador puesto que el hombre, deja olvidado su ser en la actividad parcializada de la manufactura productiva capitalista. Que olvide su ser, presupone una escisión dolorosa entre trabajador y ser humano, donde el primero se anuncia como una fantasmagórica presentación del segundo; donde el segundo se diluye en la actividad (des)humanizada del primero. Las relaciones impuestas por el capital, su acumulación y reproducción incesante, así como también su circulación infinita, son relaciones que una vez se basaron en la estructura socio-política del siervo y el esclavo, y que han llegado a establecerse como relación de explotación entre capitalista y proletario.
Más de cien años han transcurrido desde el capital descubrimiento marxista: la exposición del sustrato explotador de las relaciones sociales que empuja el capitalismo. Desde ese tiempo hasta el nuestro, este capitalismo ha extendido sus límites de tal forma, que ya no reconoce frontera alguna, y siguiendo a Antonio Negri[4], podemos hablar de un capitalismo a nivel planetario.
Lo que intento plantear es la transposición, el tránsito, desde el concepto de capital (en su ascendencia marxista clásica, es decir la preocupada del carácter relacional con respecto a la arista económica) al concepto de capital simbólico, enfatizando, la relevancia que ambos términos contienen, a saber: que tanto el capital económico, como el capital simbólico, son elementos que ayudan a comprender (en su análisis marxista) lo que se juega con la posesión de cada uno de ellos: de todos modos algo distinto a ellos mismos, algo normalmente denominado como la naturaleza de las relaciones sociales.
El concepto de capital utilizado por Marx, se presenta como el detonante del análisis “teórico”, acerca de las sociedades y las relaciones, tanto de producción de los propios mecanismos que sirven al proceso productivo (producción de herramientas de producción), como también de las relaciones de reproducción que constituyen la repetición y aseguramiento en el tiempo, de unas formas de relacionarse los individuos entre sí. No es mi intención elaborar un exhaustivo análisis del concepto de capital tan arduamente desplegado por Marx; pretendo detenerme, en el concepto de capital simbólico. El capital simbólico, emerge desde esta particular perspectiva, como continuación de los procesos de sujeción detonados por la aparición del capital, en nuestras sociedades.
Si por un lado, tenemos el capital económico, con sus injerencias en la forma de vivir la vida, por otro tenemos el capital simbólico, con su injerencia en la forma de ver la vida que se vive. Si con el capital económico, nos exponemos a sufrir los efectos de la violencia económica (pobreza al menos en el sentido material del término), con el capital simbólico somos asaltados, tomados de improviso, y lo que es más grave, sin siquiera percibirlo, por la violencia simbólica. Si la adquisición de capital económico puede ser evidenciada, por la ostentación y el lujo, como así también por el establecimiento de condiciones favorables para la reproducción y aumentación de la riqueza del dinero, el capital simbólico, por el contrario, es exhibido a condición del establecimiento de una distancia respecto al capital económico: el capital simbólico, su adquisición y conveniente empleo, se da a conocer en esos ´pequeños detalles`, los cuales con inusitada relevancia, encubren y opacan la posesión de cierto capital económico. Así la única forma de mostrar el capital simbólico, coincide con el encubrimiento de la ostentación mostrativa del capital económico. Creo pertinente, antes de continuar ceder la palabra al propio Bourdieu, para aclarar las dudas que pudieran quedar referente a la violencia simbólica: “La violencia simbólica es esa violencia que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales apoyándose en unas expectativas colectivas, en unas creencias socialmente inculcadas”[5]. Este capital simbólico “puede ser una propiedad cualquiera, fuerza física, riqueza, valor guerrero, que, percibida por unos agentes sociales dotados de las categorías de percepción y valoración que permiten percibirla, conocerla y reconocerla, se vuelve simbólicamente eficiente, como una verdadera fuerza mágica”[6]. En la invisibilidad de la violencia simbólica, se fraguan voluntariamente las sumisiones que no se consideran como tales: el acto violento, es tomado como acto legítimo, el cual dividiendo, por ejemplo a las clases según grados de distinción social, logra la aceptación generalizada a fuerza de constituirse como acto de separación ´natural`.

Estado capitalista y monopolio de la violencia simbólica.
Si seguimos el curso a la exposición althusseriana en Ideología y aparatos ideológicos del estado, veremos como la propia escena ideológica, se mancomuna con la escena que contiene las actividades, que en un primer momento, inciden de manera directa en la producción, tanto de las formas establecidas de producción, como así también las relaciones sociales en que se reproducen[7]. La ideología, según Althusser, es un aparato del estado, el cual al no ser reconocido como tal, desde el análisis marxista clásico, aparece como instancia inesencial y mistificadora, de los procesos productivos que determinarían, en última instancia, el devenir social e histórico de una sociedad determinada. La ideología del estado, según la “teoría” marxista-leninista, se presenta como aparato del estado: su función es contribuir como fuerza de ejecución e intervención represiva, al servicio de las clases dominantes, al interior de la lucha de clases desarrollada por la burguesía y sus aliados contra el proletariado. Desde esta perspectiva, el aparato del estado, evidencia el poder destructor y represor que lo constituye en cuanto tal. Debemos distinguir, sin embrago, entre aparato del estado y poder del estado: este último, es el que se aspira a conquistar, mediante acciones revolucionarias que aseguren a una clase determinada (la burguesa en un momento, la proletaria en otro) o a una alianza o fracción de clases, el poder del estado; el aparato del estado puede permanecer, aún habiendo cambiado el escenario de toma de poder, tal como lo apuntaba Lenin en relación a la revolución política y social de 1917. De lo anterior, podemos inferir que, la conquista del poder del estado, se fundamenta en vista de la destrucción del aparato burgués del estado, para, en un primer momento, instalar un aparato del estado renovado, proletario, para de este modo, llegar a la aniquilación, en un momento ulterior, del estado mismo.
Haríamos bien en distinguir, por un lado el aparto represivo del estado, el cual asemejado, en cierta medida al Super-yo freudiano, ejerce su poder represor a los agentes sociales, precisamente por medio de las instituciones sociales. Así el aparato represivo del estado, será entonces, desde Althusser en adelante, la instancia que correspondía en la teoría marxista clásica al gobierno, la administración, la policía, el ejército, los tribunales, etc. Por su parte los aparatos ideológicos del estado, son los que además de prohibir-reprimir, es decir explotar la negatividad del poder (en términos foucaultianos), producen conductas interiorizando en el sujeto, ciertas normas y actitudes, que dan cuenta de la aparente inexistencia, de la positividad del poder. Consideramos con Althusser, la existencia de los aparatos ideológicos del estado: religioso, escolar, familiar, jurídico, político, sindical, de información y cultural[8]. No nos detendremos analizando las diferentes naturalezas entre los aparatos represivos del estado y los aparatos ideológicos del estado (los primeros son de dominio público, mientras que los segundos pertenecen, casi en su mayoría, al espectro de lo privado); nos conformaremos, en esta oportunidad, en establecer que la distinción entre público y privado, proviene del derecho burgués avecindado en el estado burgués. Por su parte el estado, se sitúa más allá de lo público y lo privado, ya que éste es condición de toda distinción entre lo público y lo privado.
Anteriormente hemos dicho que el aparato ideológico del estado es positivo (es decir genera actitudes y conductas en los individuos) en comparación con el aparato represivo del estado que sería negativo (sanciona, reprime, las conductas de los sujetos). A esta distinción, deberíamos agregar, el coeficiente de violencia que comportan uno y otro aparato: el aparato represivo del estado inflingue una violencia directa sobre los sujetos de su acción (incluso la violencia administrativa puede ser considerada violencia directa), mientras que el aparato ideológico del estado, esgrime una violencia más sutil, menos directa, pero no por ello menos efectiva (produce y modula modos de comportamiento en los sujetos). Nos referimos acá a la anteriormente mencionada violencia simbólica.
Quisiera referirme ahora, a la arista del aparato ideológico del estado, identificada por Althusser, como aparato ideológico del estado cultural, y específicamente, al componente “arte” de dicho aparato.

Las violencias del arte o atar ocultando el lazo.
El arte, para el pensamiento marxista, es una actividad ubicada al interior de la superestructura. Por esta razón, para el materialismo histórico clásico, la relevancia del arte en la configuración social capitalista, es distinta (quizás menor), en comparación con actividades, como la económica y el trabajo, las que sí tendrían una injerencia directa, tanto en la producción como en la reproducción, de las condiciones de explotación, que caracterizan a la sociedad capitalista. Si recordamos el planteamiento de Louis Althusser, en relación a que la condición básica de aseguramiento de la estructura social, cualquiera que ésta sea, es la reproducción de las condiciones de producción, que reproducen tanto, las fuerzas productivas y las relaciones existentes de producción, nos daremos cuenta de la relevancia que puede adquirir el arte, y en general las producciones llamadas culturales, en el establecimiento y reproducción de los modos de vida imperantes en el orden de lo social. Por esto mismo, nos abocaremos acá a la explicitación de dicha estrategia, al interior de nuestra propia sociedad.
Lejos de suscribir la creencia, al menos en el pequeño espacio que nace en este desarrollo, a la esfera del Arte como el lugar de libertad y libre desarrollo del individuo por antonomasia, consideramos a esta esfera como un campo de producción cultural, a la manera en que Pierre Bourdieu, entiende tal concepto: el campo del arte es relativamente autónomo, con respecto a otros campos de producción sociales como los son el campo jurídico y el campo político, sólo por nombrar algunos[9]. Sin embrago, éste campo autonomizado, está a su vez sometido a la acción, en última instancia, al campo del poder, representado en nuestra conformación política-social, en esa difusa figura, que (re)conocemos como Estado. Así, es desde el Estado, desde donde emana las políticas dirigidas a enmarcar las producciones “in-utiles”, que caen bajo el nombre de producciones de Arte. En el sistema inquisitivo bourdieuano, esta in-utilidad no es tal, más bien en la presentación de ese carácter pretendidamente inofensivo, se erige la verdadera utilidad del Arte: constituirse como elemento que otorga distinción social, a quiénes han adquirido las categorías estéticas para realizar la distinción entre un buen y un mal arte, entre unas satisfacciones fácilmente alcanzables y unas satisfacciones costosas –en la duplicidad social-económica que el propio término admite-, en fin, la distinción entre los que poseen y ejercen sus capacidades adquiridas y los que no habiendo recibido tal formación solo actúan como sustancia de contraste, frente a su antagónico naturalizado. Así, la idea de Arte, entonces, manejada por los ciudadanos conformadores de éste Estado, es generalmente la dispensada por el propio Estado.
Muy pocos estarían de acuerdo en calificar una política cultural del Estado, como violencia que se ejerce a los ciudadanos. Nos veríamos tentados a conceder el estatuto de “obsequio” bondadoso, el hecho de que nuestro gobierno, se preocupe de exponer manifestaciones de Arte al interior de nuestra ciudad. Por un momento, el tan preciado bienestar y desarrollo social, parece equipararse, complementándose con los avances tecnológicos materiales, con el mundo de las “expresiones del alma” concretizadas en la figura del Arte. Pero si aplicamos rigor observante marxista, no tardamos en esclarecer la génesis fantasiosa y mistificadora, de las presunciones que anteriormente hemos observado: La acción de sembrar el arte por la ciudad, con exposiciones gratuitas y al aire libre, la instalación de “obras de arte” en lugares de comprobada concurrencia masiva, emerge como estrategia política del sector dominante; o quizás debiéramos demorarnos un poco más, y considerar el hecho de que dichos actos –de violencia simbólica irradiados por el ejercicio de capital simbólico- van más allá de la mera estrategia política, en cuanto, al no presentarse como evidentemente reconocibles, se encubren en el halo de desinterés que caracteriza el pensamiento y la concepción burguesa que se suele tener respecto del campo del arte; de este modo, a poco andar desmontamos la buena fe que atribuimos a dichos actos, para sindicarlos como lo que son: una violencia que aunque sutil, se erige como (pre)potencia efectiva y servil a la tarea de solidificar la característica sumisión de las relaciones entre sectores antagónicos de la sociedad. Arribamos así, a una nueva transmudación: de la dominación -en su forma de clase dominante por medio del capital económico- a una dominación nueva, (re)potenciada por el paradójico empoderamiento rico en sutilezas, una dominación simbólica, ejercida por los agentes mejor apertrechados de capital simbólico, una acción simbólicamente dominante, que sin embargo, es rastreaba en la facticidad de las propias divisiones sociales de clases. Esta división simbólica entonces, ha adquirido un lugar de acompañamiento de las prácticas políticas de exclusión social-económica-política, lo que no significa que la esfera simbólica sea un mero acompañante, sino que su propia constitución goza hoy en día, de amplia y marcada relevancia, en los análisis sociológico, políticos y culturales, que las distintas áreas de estudio, emprenden como empresas de largo aliento.
La reproducción de las relaciones sociales, la reproducción de las condiciones de desigualdad social, se componen tanto de manipulaciones económicas como de manipulaciones simbólicas. Estos últimos comparecen ante Bourdieu, del mismo modo que el capital compareció ante Marx: como formas naturalizadas, las cuales negando dicho carácter, se esmeran en encubrir la arbitrariedad cultural de las cuales son fruto, ocultando en el acto, el rasgo distintivo que las une al sector de los dominantes en el ámbito de lo social. Si el capital económico se servía de los mecanismos de diferenciación para establecer su dominio, el “capital simbólico utiliza al menos tres mecanismos de acción: conocimiento, comunicación y diferenciación social”[10]. Si la potencia del capital marxiano, instala sus propios procesos productivos mediante la instauración de una violencia directa (económica), el capital bourdieuano (simbólico) es el encargado de reproducir las relaciones sociales que permiten el modo capitalista de producción, todo lo cual acomete su accionar de modo sutil, con una violencia imperceptible pero no inexistente. Nos sería útil recordar, que para Bourdieu, la propia distinción binaria (dominante/dominado) es producto de la acción de los sistemas simbólicos, los cuales presentándose como distinciones naturales, encubren la anti-naturalidad, la arbitrariedad, que ellas mismas reafirman mediante la incorporación a-crítica, que de éstas realizamos. Cabría destacar, que según Bourdieu, la génesis de esta distinción bipolar-binaria (dominante/dominado) surge en la cuna misma de la clase dominante, con lo que cualquier intento de señalar esta dicotómica escisión, estaría condenada a una paradójica tautología expositiva.
El capital simbólico, trae consigo una violencia simbólica, éste concepto a su vez es utilizado por Bourdieu para enfatizar la forma en que los dominados aceptan como legítima su propia condición de dominados. Y así, aunque el poder simbólico, del cual se enviste la violencia simbólica inserta en el capital simbólico, no ejerza su acción con fuerza física, cumple su objetivo de imponer la visión legitima del mundo, precisamente en el momento en que construye ese mundo; así también las capacidades de adaptarse, mantener o elevar el grado de participación, en este mundo creado y presentado como legítimo, son dispendiadas por el propio constructo (que resguarda los privilegios de clase de los dominantes) simbólico. El travestimiento de las condiciones desiguales económico-políticas, se hace patente en la esfera de la ideología althusseriana y la esfera simbólica bourdieuana; desigualdades que contribuyen en la reproducción intergeneracional de unas desigualdades (existencias de clases) que configuran el mundo en el que nos movemos. Con lo anterior, no quiero reducir la esfera simbólica a una simple representación de los segmentos político-económicos de la sociedad, más bien pretendo enfatizar que el aporte a la dominación clasista burguesa, por parte de la violencia-poder simbólico, se da en la especificidad propia de su terreno. Y es aquí en donde la visión marxista clásica se escinde de la propuesta bourdieuana, pues con el sociólogo francés asistimos al real nivel de injerencia, que la superestructura tiene en el modelo de dominación-explotación tardocapitalista.[11]
Hemos conformado así, una visión que contraviene la característica del desinterés, que comúnmente es atribuible al campo cultural, para presentar el interés de dominación (en último término) que subyace a todo campo de producción social. Lo paradójico está constituido por el hecho de que, principalmente el campo de producción cultural, fundamenta su legitimidad “natural” en la ocultación del interés de clase que (pro)mueve y solidifica las relaciones sociales de dominación en la que éstas se insertan.
No es que hayamos desconocidos la importancia del capital económico en el proceso de conformación, tanto de subjetividades como de relaciones interpersonales al alero de la producción tecno-capitalista que domina nuestros días; lo que he tratado de exponer es que esa dominación, necesita con urgencia de una violencia simbólica alojada en el capital simbólico, ambos contribuyentes en la sujeción a unos regímenes político-económicos, basados en la explotación, segregación y desigualdad social.
Del capital económico al capital simbólico, pretendió dar cuenta de un tránsito paradójico, toda vez que señalemos que no es que uno haya tomado el lugar del otro, sino que más bien, uno (capital simbólico) ha emergido gracias al descubrimiento del otro (capital económico), así como también podríamos decir, que es Marx quien posibilita la emergencia de Althusser, Foucault y Bourdieu, en los ámbitos analíticos de las relaciones de poder.
Referencias.
-Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del estado (notas para una investigación).

-Althusser, Louis y Balibar, Etienne. Para leer el Capital. Siglo XXI editores S.A México 1970.

-Bourdieu, Pierre. La distinción. Criterios y Bases sociales del gusto. Grupo Santillana de ediciones, Madrid, 1998.

-Bourdieu, Pierre. Las reglas del Arte, Génesis y estructura del campo literario. Ed. Anagrama, Barcelona 2002.

-Canclini, Néstor García. “La sociología de la cultura de Pierre Bourdieu” en Bourdieu, Pierre Sociología y cultura, Ed. Grijalbo, México, 1990.
- Freud, Sigmund, Obras completas, Vol III CLVIII “El malestar en la Cultura”. Madrid, Biblioteca Nueva, 1981.

-Fernández, Manuel. J. La noción de violencia simbólica en la obra de Pierre Bourdieu: una aproximación crítica. Universidad complutense de Madrid. (En línea) http://www.ucm.es/BUCM/revistas/trs/02140314/articulos/CUTS0505110007A.PDF 06 de Junio 2005.Cuadernos de Trabajo Social 2005. (consulta 12/04/07)

-Foucault, Michel. Nietzsche, Freud, Marx. Ed. espíritu Libertario. Santiago, Chile, 2005.

-Hardt, Michael y Negri, Antonio. Imperio, Buenos Aires, PAIDOS, 2003.

-Marx, Carlos, Manuscritos de 1844 Economía política y Filosofía, Buenos Aires, Ed Arandu, 1968.

-Negri, Antonio. Guías: Cinco lecciones en Torno a Imperio. Buenos Aires: Paidós, 2004.

[1] Al terreno al que me refiero es al de la superestructura. El “olvido” señalado, puede deberse a la urgencia del establecimiento de un análisis social centrado en las tareas primarias de producción material: éste es el trabajo y la economía.
[2] Desde esta perspectiva, es Marx quien hace emerger el concepto de capital, con lo que se nos presenta, de una vez y para siempre, esta estructura social-económico-política, a la que hoy apuntamos nuestras observaciones.
[3] Canclini, Néstor García. “La sociología de la cultura de Pierre Bourdieu” en Bourdieu, Pierre Sociología y cultura, Ed. Grijalbo, México, 1990, p 41.


[4] Ver Negri, Antonio. Guías: Cinco lecciones en Torno a Imperio. Buenos Aires: Paidós, 2004.
[5] Fernández, Manuel. J. La noción de violencia simbólica en la obra de Pierre Bourdieu: una aproximación crítica. Universidad complutense de Madrid. (En línea) http://www.ucm.es/BUCM/revistas/trs/02140314/articulos/CUTS0505110007A.PDF 06 de Junio 2005.Cuadernos de Trabajo Social 2005. (consulta 12/04/07)
[6] Bourdieu, Pierre. Razones prácticas. Sobre la Teoría de la acción. 2º Edición, Anagrama, Barcelona. 1999. p 172-173.
[7] Planteamos que dichas relaciones sociales reproducidas son las relaciones de la explotación, tanto en su variante de trabajo material como en su variante de trabajo inmaterial. Ver Hardt, Michael y Negri, Antonio. Imperio, Buenos Aires, PAIDOS, 2003.
[8] Ver Althusser, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del estado (notas para una investigación).
[9] A este respecto ver, Bourdieu, Pierre. Las reglas del Arte, Génesis y estructura del campo literario. Ed. Anagrama, Barcelona 2002.
[10] Fernández, Manuel. J. La noción de violencia simbólica en la obra de Pierre Bourdieu: una aproximación crítica. Universidad complutense de Madrid. (En línea) http://www.ucm.es/BUCM/revistas/trs/02140314/articulos/CUTS0505110007A.PDF 06 de Junio 2005.Cuadernos de Trabajo Social 2005. (consulta 12/04/07)

[11] Ver Hardt, Michael y Negri, Antonio. Imperio, Buenos Aires, PAIDOS, 2003.