miércoles, 18 de julio de 2007

Ponencia de Diana González (Ponencista 2º Coloquio de Estudiantes)

Aproximaciones hacia la noción de ciencia en Marx.

Diana González.
Estudiante de Filosofía.
Universidad de Chile.



I. A modo de introducción.

Dice Lenin en las primeras páginas de su libro “El Estado y la Revolución

“Ocurre hoy con la doctrina de Marx lo que ha solido ocurrir en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte, se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando su filo revolucionario, envileciéndola.”(Lenin, 1970, t. II, pág. 293)

En estos tiempos hablar de Karl Marx, puede significar "obsolescencia" o "nostalgia trasnochada" más que ser un peligro revolucionario en el sentido ideológico con que siempre se le vio. Para sus enemigos eternos significaba ateísmo, lucha armada, desorden; era peligroso para el statu quo y envenenaba las mentes de las masas que antaño eran conducidas borreguilmente y que con la aparición de las obras de este revolucionario alemán, se alzaban contra la explotación. Hoy, cuando Marx se encuentra en el museo de historia, donde los jóvenes lo desconocen por completo y no representa ya un peligro para el establishment, se ha convertido simplemente en una teoría sin sentido y una utopía revolucionaria con olor a romanticismo.

Sin embargo este pesimismo, por llamarlo de alguna forma, va contra lo que la teoría de Marx sugiere, un socialismo científico, una teoría científica, materialista histórica, una teoría que no es simple voluntad moralista de románticos hombres que quisieron cambiar el mundo, sino un método, el ansiado método que el hombre moderno buscó y creyó encontrar de diversas formas. ¿Se podría decir entonces que el aporte del marxismo en tanto ciencia, lo hace desde la trinchera del método científico, puesto que, como dice Engels […] toda la concepción de Marx no es una doctrina sino un método. No ofrece dogmas hechos, sino puntos de partida para la ulterior investigación y el método para dicha investigación? (Marx-Engels, 1984, t. III, pág. 534.)

Esta aproximación a la noción de ciencia, no debe ser tomado como una exégesis de la obra de Marx, en tanto, “científica”, cuyo un molde único, cuyos principios se convierten en fórmulas cristalizadas y sus análisis político-históricos en verdades eternas válidas para todo tiempo y lugar (léase como para ningún tiempo, ni lugar) que llevan al dogmatismo parcializado e invalidante de ciertos manuales que alcanzaron gran difusión en Latinoamérica en la década de los 60’; sin embargo ésta no es mi intención, no me voy a referir a las batallas que se libraron sobre si el marxismo es o no ciencia, o si un Marx es más científico que otro Marx, puesto que aquellas intestinas pugnas intelectuales no tienen nada que decir a cerca de las cuestiones de filosofía de la ciencia que me propongo tratar aquí.

¿Por qué preocuparse entonces de la idea de ciencia en Marx? Porque para transformar la realidad – y ese es el principal cambio del materialismo histórico que supone un socialismo científico frente al socialismo utópico de su predecesores – no basta con la mera crítica moral de los males del mundo sino que es preciso el conocimiento positivo de lo que hay y de sus potencias y tendencias de cambio.

II. Hacia la noción de ciencia.

El problema de la filosofía de la ciencia o epistemología tiene un campo de acción o teorización delimitado –desde el que no se pueden escapar los problemas que se plantea, las preguntas, lo que ilumina y lo que queda a oscuras – por ciertas concepciones, ya sea sobre la realidad, sobre cómo conocemos o sobre la posibilidad de conocimiento, problemas que han sido transversales a todo el desarrollo de la filosofía y de las ciencias en general. El problema de esencia y apariencia, sujeto objeto, res cogitans y res extensa o como se le quiera llamar. El asunto radicaba en que al parecer existen sujetos y objetos, parece también que éstos son distintos entre sí y que de cierta forma se relacionan, toco la mesa, veo el árbol etc. al parecer conocemos, en primera instancia a través de los sentidos, y usualmente los sentidos nos engañan ¿cómo podemos fundar un conocimiento cierto y seguro?, pretensión que alguna vez tuvo Descartes y que la ciencia, en sus constantes avances (y a veces conflictivos retrocesos), aún no define con la claridad que ella misma exige. He aquí un problema de gran importancia: si no se puede dar un fundamento racional a la posibilidad del conocimiento científico ¿qué confianza podemos tener en la ciencia y en la técnica que de ella se desprende, en los médicos, en los aviones de que no caigan, en los edificios que no se derrumben? Probablemente no lo sabemos. Sin embargo, después de la aparición de la “duda Metódica” cartesiana, parece que el problema de la posibilidad de conocimiento se abandonó, dándose éste por sentado el conflicto se centró más bien en el método.

La idea de que la ciencia se caracteriza por un Método determinado es, por sí misma, una idea de ciencia. En este sentido, la ciencia, más que un conjunto de contenidos sería, en esencia, una manera de proceder perfectible que, por acercamiento sucesivo, podría llevarnos cada vez más cerca de los que los objetos de estudio son en verdad. Esta forma de entender la ciencia en abstracto es hacerlo en el sentido común, Incluso, si recurrimos al diccionario de la Real Academia de la Lengua, observamos allí una definición que opera en el sentido indicado; o podemos entender la ciencia en el sentido en que lo hizo Kuhn, Lákatos o a cuánto otro se le ha ocurrido hablar de ciencia; ciencia como es definida por los epistemólogos y es practicada por los científicos.

Ahora bien, por su parte la obra de Marx no es scientía in statu perfectionis, como denominaban los viejos filósofos a las ciencias exactas, positivas. La idea de ciencia en las obras de Marx no aparece delimitada estrictamente (a pesar de que hay quienes opinen lo contrario), parece ser que en la noción de ciencia en Marx se unen tres tradiciones, tres matrices teóricas.

En primer lugar, science, en el sentido de la ciencia de origen ilustrado anglo-francés, como la ciencia y la tecnología que articuladas al proceso productivo aumentan la productividad: “la ciencia aparece como un momento de la “potencia” o “fuerza productiva” – en el nivel de la obtención de la plusvalía relativa.” (Dussel, 1988, pág. 286)

Cito:

“Si el proceso productivo deviene esfera de aplicación de la ciencia (Anwendung der Wissenschaft), entonces, por el contrario, la ciencia deviene un factor, una función del proceso productivo. […] La explotación de la ciencia y del progreso teórico de la humanidad. El capital no crea ciencia sino que la explota apropiándose de ella en el proceso productivo […] El producto del trabajo espiritual (geistigen Arbeit) – la ciencia – se encuentra siempre por debajo de su valor. Porque el tiempo de trabajo que se necesita para reproducirlo no tiene ninguna relación con el tiempo de trabajo que es necesario para su producción original. Por ejemplo, el principio del binomio puede ser aprendido en una hora de estudio en la escuela primaria.” (En: Dussel, 1988, pág. 286)

Una segunda sería la idea de ciencia crítica o “Kritik”, proveniente de la re-nombrada izquierda hegeliana, de Feuerbach, Strauss y Bauer, entre otros, que está presente también en el Marx joven-hegeliano, para ejemplificar esto, sólo cabe recordar el ampuloso subtítulo de su obra “La Sagrada Familia, a saber “Crítica de la crítica crítica”. En el desarrollo joven hegeliano se tiene a la ciencia como continuación de la crítica religiosa, tras la crítica religiosa, ideológica y filosófica venía la crítica política, la de los Anales franco-alemanes. Y tras la crítica política, la crítica social; en este tercer nivel Marx hace gala de toda la dimensión práctica, activa y transformadora de su teoría.

En este punto el conocimiento no es un elemento puramente cognoscitivo o contemplativo sino que tiene siempre una dimensión práctica dirigida a la transformación de la realidad, la ciencia es conocimiento ligado al interés revolucionario y transformador. El conocimiento no es un reflejo pasivo sino el producto de una actividad, que, en tanto praxis critica, separa, elige, selecciona, segrega, cambia, revoluciona.

III. Relación entre teoría científica y práctica revolucionaria.

Toda teoría científica tiene relación con la práctica, usualmente esto es llamado técnica, pero, sin lugar a dudas, ésta, tiene sus fundamentos últimos en los “avances” que la ciencia pueda tener; sin embargo, que Smith y Ricardo, serían, según Dussel, funcionales al sistema, su “ciencia” explica la apariencia del sistema capitalista. Sin embargo, esta no es la idea de “práctica científica”. La crítica de la mera cotidianeidad superficial de la práctica científica, supone, necesariamente una posición ética ante el objeto observado y críticado. Para ello será necesario, lentamente y según la genialidad o no del sujeto científico-crítico, crear nuevos paradigmas, desplegar nuevos programas de investigación científica. Y es aquí donde el compromiso práctico (ético) es constitutivo no de la metodología como procedimiento formal científico, sino en cuanto al descubrimiento mismo del hecho, del hecho antes no-observable y ahora observable. Sólo el que ha adoptado una actitud práctica-crítica, de “separación” o exterioridad con respecto al sistema, puede constituirlo como “hecho” (lo que antes le era imposible, por haber estado fuera de su propio horizonte desde el cual se interpretaba la realidad del mundo, de sus hechos, desde un lenguaje ordinario y científico funcionales, en cuanto al contenido, al sistema).

El compromiso práctico que tiene el científico, exige ingresar a consideraciones éticas subjetivas, dejando de lado el pilar de la objetividad sobre el cual la ciencia se levanta y se arroga el carácter de verdad. Pero también es cierto que la Ciencia contiene verdades – nunca absolutas – verdades parciales, errores, mentiras y trampas motivados según los intereses individuales de cada investigador. No todo lo que los científicos dicen es verdad, a veces ni siquiera es científico. El científico lo propone y debe ser sometido a prueba para aceptarse como verdad provisoria. Un escollo para hacer ciencia crítica, puesto que, para que ésta deje de ser funcional al sistema, se necesita adoptar, antes, una posición revolucionaria que, difícilmente podríamos encontrar en lo que se llama ciencia y todo lo que esa idea engloba.

No obstante, a un Marx más maduro le interesa la ciencia como capital en concreto, una ciencia que se desarrolla en la práctica de la totalidad humana, real, históricamente, en ello hay una segunda noción alemana, de corte hegeliano, Wissenschaft, en el sentido de la “Episteme” griega, como ciencia total, como ciencia que busca la totalidad. “Das Wahre ist das Ganze” o “la verdad es el todo”, diría Hegel. Si bien, pensar el todo está siempre fuera del alcance del análisis científico, existe la posibilidad de apropiarse práctica y teóricamente de la verdad de ese todo.

IV. Ciencia crítica de la apariencia y posterior desarrollo dialéctico de la esencia.

La concepción de la ciencia como crítica sugiere que existen ya datos dados a los cuales es preciso criticar, para el Marx de 1858 y posterior, para hacer ciencia económica (economía política), es entonces necesario criticar largamente a Smith, Ricardo y al resto de los fisiócratas, para llevarlos hasta el punto adecuado y así poder exponerlos dialécticamente.

Marx en la sección de El Capital titulada “La transformación de la ganancia en ganancia media” dice lo siguiente:

“En esta investigación se parte siempre del supuesto de que las condiciones reales corresponden a su concepto o, lo que es lo mismo, las condiciones reales sólo se exponen en la medida en que corresponden a su propio tipo general y lo expresan”. (Marx. 2003. t. III, pág. 254)

Los investigadores de las ciencias naturales no investigan los fenómenos tales y como estos se dan en la realidad en toda su plenitud, sino que lo hacen en un laboratorio, esto es, en condiciones ideales. Hay que aislar los factores esenciales del fenómeno que se va a investigar de un sinfín de otros factores que están presentes en el mismo y no son esenciales. El laboratorio supone, por lo tanto, el medio por el cual el investigador hace abstracción de los factores que estando presentes en la realidad no son esenciales en el fenómeno que se investiga.

De este modo, y recordando lo que decía Marx, las condiciones reales corresponden al concepto. Por lo tanto, la acomodación de la realidad al concepto supone la abstracción de una parte de los factores presentes en la realidad. Y esto es práctica habitual y necesaria en las ciencias naturales. No debería ocurrir de otro modo en el ámbito de la investigación de los fenómenos sociales. Pero como en este caso no se puede usar un laboratorio, el mecanismo que se emplea es la fuerza de abstracción.

Es por eso que Marx critica a los clásicos, a los economistas que le precedieron, porque no “desarrollan” adecuadamente los conceptos que tratan, porque se “saltan” categorías o momentos, porque caen en contradicciones. Caen en la no-ciencia debido a que les falta la abstracción adecuada. Al descubrir toda la estructura y desarrollar todas las diversas consideraciones desde las categorías más simples (y abstractas) hasta las más complejas (y concretas) de manera dialéctica, es posible entonces, hacer ciencia, en tanto “crítica de la apariencia (del puro fenómeno que aparece en el mundo de las mercancías).” (Dussel, E. 1988, pág 289) Escribe Marx en la primera “Introducción a la Contribución a la Crítica de la Economía Política”:

“[…] El método de subir de lo abstracto a lo concreto no es sino el modo que tiene el pensamiento de apropiarse de lo concreto, de reproducirlo como lo concreto individual. Pero no es, de ninguna manera, el modo de originarse lo concreto mismo” (Marx, II, 1.1, pág. 36.)

Una vez descubierta la estructura del objeto teórico, cuando se “descubre” su “movimiento real interno”, se avanza entonces desde la mera observación o si se quiere, la mera crítica de los hechos empíricamente o teóricamente constatables, la mera apariencia del hecho inmediatamente observable, a nuevos hechos todavía no-observados”. El criterio de esta metodología hegeliana es considerar científica sólo la explicación por lo que se podría llamar la ley interna del desarrollo del objeto, entendida como algo que no se puede captar desde afuera. (Sacristán. 1978. pág. 4).

El objetivo de esta reflexión sobre la realidad social no es puramente cognoscitiva, sino transformadora, de la mera crítica pasa a la práctica al entender la sociedad como un todo, al entenderlo de manera racional.

Más que una ciencia, el marxismo sería, según Sacristán, un método, cuyos rasgos principales serían los siguientes: 1) el materialismo, en el sentido de entender la emancipación como un asunto básicamente económico y social y sólo en segundo lugar, un asunto político o ideológico, (en esto el marxismo se separa radicalmente de los demás socialismos que piensan que la revolución es un asunto ético y político); 2) la dialéctica, entendida como el esfuerzo por situarse en el punto de vista de la totalidad, buscando una comprensión integrada de los diversos aspectos de la realidad social; 3) el principio de la práctica, según el cual hay que partir de la realidad tal como es y no darse a fabulaciones sobre ideales para la vida futura. (Martínez, 2006)

Sin embargo es necesario destacar, en honor a la verdad, que muchas confusiones sobre el cientificismo de la teoría de Marx se generan por el hecho ya referido de que éste no tenía una única concepción de la ciencia, sino, al parecer, tres. Por lo demás, su obra no es puramente científica (ni sólo ciencia). Los marxistas cientificistas (como Althusser, Colletti, Sollers) al comprender esto se escandalizaron y proclamaron la crisis definitiva del marxismo. El caso de Dussel es opuesto: en lugar de desechar al marxismo porque no es ciencia pura, pretende subsumir la totalidad de los escritos de Marx bajo la categoría de la ciencia (incluyendo las especulaciones metafísicas, sus juicios éticos o morales, sus opiniones políticas, etc.). El marxismo es la conjunción de una concepción del mundo, una teoría científica y una práctica política. Porque como ha escrito Manuel Sacristán,

Marx mismo, para quien quiera retratarlo y no hacer de él un súper científico infalible, ha sido en realidad un original metafísico autor de su propia ciencia positiva, o dicho al revés, un científico en el que se dio la circunstancia, nada frecuente, de ser el autor de su metafísica, de su concepción general y explícita de la realidad. No de todos los metafísicos se puede decir eso ni de todos los científicos”. (Sacristán. 1978, pág. 364-5)

Los pertinaces intentos de erigir al marxismo como Ciencia y/o como método científico, han pretendido, durante todo el tiempo que ha durado esta divergencia, dar fin a la cuestión entre Teoría y praxis. Como diría Lenin: Sin teoría no hay práctica revolucionaria. Se confía en la ciencia, en el cientificismo, como único medio para darle rigurosidad y verdad universal a un asunto, se pretende reclamar la universalidad del marxismo a través de su entronización en tanto ciencia, en tanto saber riguroso, verdadero, que establezca leyes universales que expliquen (y a la vez controlen) la práctica revolucionaria. Desde el punto de vista científico, la teoría (su teoría) realiza una función catártica, que libera al marxismo de todo elemento que lo subjetivice, ideologice (como diría Althusser). La ciencia toma entonces el papel mesiánico y voluntarioso de los denominados “socialismos utópicos”.

Bibliografía

Dussel, E. “Hacia un Marx desconocido: Un cometario de los manuscritos del 61-63”. México, D.F, Editorial: Siglo XXI, 1988. Pág. 286 y ss.

Lenin, W. “Obras Escogidas, 3 Tomos”. Moscú, Editorial Progreso, 1970. En: El Estado y la Revolución. t. II, pág. 293

Martínez, F. “Reflexiones de Sacristán Sobre el Marx Maduro”. Obtenida el 29 Agosto 2006, de: http://www.transform-network.org/index.php?id=597

Marx, K. “El Capital”. Barcelona, Editorial: Biblioteca de los grandes pensadores, 2003. t. III, pág. 254 y ss.

Marx, K. “Grundrisse: lineamiento fundamentales para la crítica de la economía política”. México, D.F, Editorial: Fondo de Cultura Económica, 1985. t. II, 1.1, pág. 36.

Marx-Engels, “Obras escogidas, 3 tomos”, Moscú, Editorial Progreso, 1984. En: Carta de Engels a Sombart, marzo de 1895. t. III, pág. 534.

Sacristán. M.Sobre Marx y marxismo”. Madrid, Editorial: Tecnos, 1978. En: El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia. pág. 4 y ss.


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